miércoles, 20 de agosto de 2014

EL ARCHIPIELAGO DE LAS PIRULAS


Karibu sana, amiccis nuestros!!

Comenzamos a redactar este último capitulo de Hakuna Manjiattas sentados en la clase business del Kilimanjaro IV, el rápido de la compañía Azam que nos va a llevar desde Stone Town (Zanzibar) a Dar Es Manjaar, para llevar a cabo la larga travesía aerea de vuelta a casa. Lo de la clase business ha sido una antimanjiatta en toda regla, pues no teníamos ni idea que nuestros billetes fueran de tan bela categoría. Sirva este hecho para ilustrar lo que han sido estos últimos cinco días en Pemba y Zanzibar, el Archipiélago de las Pirulas, en los que hemos ascendido y descendido de los infiernos a los cielos sucesivas veces, probando las mieles de la beleza y al amargo sabor de la mugre. Vamos con ello.

Este relato comienza donde lo dejamos, en el Kindoroko Hotel de Moshi, una de las parada y fonda que más alegría nos ha aportado. Amanecimos muy cansados a eso de las 6:00 am el 15 de agosto, tras haber dormido entre algodones por primera vez en los últimos 5 días. Nos esperaba la primera prueba de fuego de un largo día que iba a terminar muy lejos de ahí. Hablamos del bus Arusha-Moshi-Tanga, de 6 horitas de duración y de nulas comodidades.

La estación de Moshi nos recibió con su bullicio clásico, los “vendetodo” se levantan animosos a este lado del mundo. No sin esfuerzo conseguimos encontrar la parada de nuestro bus, aunque aun no había llegado. Si el que nos trasladó de Arusha a Moshi podía ser el que hacia la ruta Langreo-Avilés en 1943, al que nos montamos para llegar hasta Tanga no creo que fuera superior al que hacia la ruta del Expreso Pendular del Norte cuando éste no pasaba cada 25 años por el pueblo de P. Tinto.




Los primeros minutos en ese vehículo fueron caóticos, imposibles de afrontar si Dark hubiera estado en nuestra compañía. Entramos hasta la cocina, pues en este tipo de cosas jamás hay asientos asignados…jamás hasta que el revisor de turno decide que si los hay. Esta gente además desconoce el orden y la paciencia así que nos encontramos al fondo del autobús con nuestros asientos en la parte delantera y con unas 10 personas queriendo ir hacia atrás y otras tantas hacia delante, con el agravante de (ojo que esta es gorda) el bus en lugar de tener dos filas de dos asientos y pasillo en medio, la habían forzado a tres y dos, con lo que el pasillo era prácticamente inexistente. Empujones, colapso total, nervios y el conductor arrancando, para darle más emoción. Luchando contra la marea encontramos nuestro sitio y nos ubicamos de tal manera que Talavera quedó en la ventanilla, Zunzu en el pasillo y yo en el medio. Todos contentos…o no.

A los 10 minutos de arrancar empezaron las míticas paradas de cuneta y el bus, que ya iba petado de por sí, empezó a estar agobiante. En la parte delantera, donde se ubicaría el copi en un bus normal, colocaron una colchoneta sobre la que se encajaron 5 o 6 compas por la cara y en el mínimo pasillo se comenzó a colocar la gente de pie, aunque los más afortunados pudieron hacerse con un cubo para sentarse, todo esto en un bus que cubría una distancia de unos 400 km. Las cañas se tornaron lanzas y el sitio de Zunzu, que parecía belo, se volvió un chustón. Risas, coñitas, clásico alborozo de cuando a un amigo que te superaba en comodidades ves que empieza a igualarse a tu propia chusta. Y de pronto apareció ella. Al otro lado del pasillo en la misma fila que Zunzu, a unos 70 cm tope, una chiquilla empezó a potar, y no dejaría de hacerlo hasta un par de horas después. Si, manjiatta de libro, el bueno de Zunzu comenzaba una escalada en la general que ya no iba a abandonar más. El karma había sido belo con el hasta entonces. Aunque la manjiatta ya estaba adjudicada y lo acontecido después no da para una manjiatta nueva, siendo fieles a la realidad debemos de significar que una anciana obesa que cayó en gracia de pie las dos últimas horas de viaje junto a Zunzu, tuvo el detalle de ir acariciándole el pelo hasta nuestro destino final. Una verdadera maravilla.

El viaje la verdad es que no fue ni tan duro. Una vez que te acostumbrabas a los adelantamientos suicidas, a los tramos en los que no había carretera y circulabas por una pista de tierra y a los vendedores de limonanjas que te asediaban en cada parada, se hacia llevadero. Debemos hacer mención especial a la prospera industria de limonanjas Tanzana (esta fruta es como el Ligre y el Tigrón, una mezcla de limón y naranja) pues en todo el viaje, en cada parada, había decenas de vendedores exclusivamente de este curioso cítrico, sin que diera la sensación de que ninguno vendía nada. Parecía más bien que se intercambiaban el género entre ellos.

Un par de paraditas para miccionar y a eso de las 12:00 empezó a parecer que nos acercábamos al destino final. Como el bus básicamente paraba donde te diera la gana, nos la jugamos a pedirle al conductor que nos dejara en el aeropuerto, pues no teníamos intención alguna de visitar Tanga y sin embargo,  gracias a Ricardo Naveda (no nos hemos olvidado de que te lo debemos amigo!!) teníamos unos bishetes de avión a Pemba a las 16:00. Entrar en la ciudad para volver a salir no iba a ser más que una malísima jugada y dar pasta plc a un taxista que seguramente intentaría timarnos.

He olvidado señalar que en el bus se sentó detrás nuestro Cristina, una chica local que tenía un permiso de residencia de España que no dudó en enseñarnos efusivamente. Su historia tiene miga, y contada así en frio por la cara dio para alguna coña que otra. Al parecer había ido a España con intención de hacerse monja, pero la habían largado del convento porque según sus palabras, no creyeron que tuviera vocación. La mujer parecía perdida, y nos pidió ayuda. Talavera, siempre atento eterno cazador de las manjiattas que puedan surgir, se quedó su email y verá a ver si puede ayudarla. Difícil empresa en cualquier caso.

Como viejos zorros que somos, fuimos atentos al aeropuerto por si veíamos aviones, torre de control, algo que ayude a identificar una infraestructura tan mítica y nada, todo esfuerzo parecía absurdo ya que solo había campos de cultivo. De pronto, súbitamente, en una recta de una general con cunetas de polvo invadiendo el asfalto el bus paró y el revisor anunció que habíamos llegado al aeropuerto, apremiándonos a bajar. Selva a la izquierda, maizal a la derecha y delante y detrás recta infinita de carretera. ¿Esta ud de coña, Sr Revisor? Respuesta: Airport airport. Hurry. Fue un acto de fe absoluto bajo la consigna varias veces repetida de: en África al final salen las cosas y ahí nos quedamos, en una cuneta plc con el bus alejándose a lo lejos, un sol de justicia y una cara de: como no este cerca el aeropuerto esta manjiatta es de Hall of Fame.

Comenzamos a caminar por una pista de tierra y al poco llegamos a un cruce clásico: izquierda o derecha. Siempre derecha. Y de pronto: voilá, casetones como de granja del Tío Sam y ahí estaba el aeropuerto “internacional” de Tanga, el que da servicio a la tercera ciudad del país. Si te sueltan en una gyncana en Tanga y te dicen: encuentra el aeropuerto sin tener ni idea de donde está, no lo encuentras ni en dos vidas.

Ni que decir tiene que la pachorra aeroportuaria era de categoría bíblica. En lo que se supone que eran las oficinas de nuestra aerolínea ,un tío tirado en el suelo a la fresca contando pasta; en el aparcamiento del aeródromo una especie de chiringuito/kiosco con una única mesa de merendero; unos polis gordos descamisados comiendo arroz con las manos; y nosotros ahí, sin pasta y completamente atrapados por la papa. Hicimos una rápida transacción de divisas con el de la aerolínea y ello nos sirvió para comernos un par de pinchos morunos asquerosos por barba y un pescado calcinado a la plancha, para de sobremesa, matar el tiempo viendo los videos que respectivamente habíamos grabado en el Kili pasados al portátil.

Sobre las 15:00 comenzamos el check-in y los por la caras se sucedieron a la velocidad de la luz. Un tipo que atendía tras una garita de rejas de madera nos preguntó los nombres y cotejó su lista para ver si teníamos billetes. Ni cotejó el pasaporte ni nada, como si le decimos que nos llamamos Peter, Paul and Mary por ejemplo:



Tampoco tenía gran cosa que cotejar, pues en el avión/neta íbamos 5 personas de los 12 que cabíamos ahí. Por alguna razón que desconocemos teníamos en la cabeza que Pemba es una isla paradisiaca y que el avión estaría petado de aventureros con ganas de visitar tanta beleza, pero no. Solo cinco personas: dos tíos que realmente iban a Dar es Manjaar (tras parar en Pemba y Zanzibar, que malo es ser tieso…) y nosotros tres. Destacamos a uno de ellos que era una mezcla entre el Carman y Shaquile O´Neil y que estaba en la sala de espera tirado sobre una butaca como si fuera en salón de su casa.

La espera se hizo larga, primero porque el avión/neta llegó con más de media hora de retraso y segundo porque durante ese retraso se fue la luz en el aeródromo y ello, obviamente, no contribuyó a que la tropa se sintiera del todo cómoda con la jugada. La historia de Pemba comenzaba a torcerse y aun no habíamos pisado su suelo. Una vez en el avión/neta, que de ir lleno habríamos ido de copiloto, los ánimos empezaron a venirse arriba. Al tío se le veía fino a los mandos, el paisaje era soberbio y el vuelo duraba exactamente 23 minutos. El piloto llevaba aquello como uno lleva su coche por su ciudad, sin pensárselo dos veces y con movimientos completamente automatizados, lo cual imagino será normal, pero para el lego en la materia no deja de sorprender, en especial cuando ves que para aterrizar mira a los lados como quien cruza un paso de cebra en rojo, y se tira a la pista sin colocarse lo más mínimo y a capón. Bravo por él y gracias por los servicios, pero mejor por tierra…

Una vez fuera de la “terminal” localizamos un taxi y le pedimos que nos llevara al Pemba Island Hotel, que por lo que habíamos leído en la Lonely era de lo más digno de Chake Chake, la capital de tan hostil isla. Aquí empezó el proceso de rechazo al que nos ha sometido Pemba, la isla de los ladrones, donde los peligros se asomaban a cada esquina y que definitivamente nos ha expulsado de su seno. Pemba ha vencido y nos hemos ido de ahí con la orejas gachas, aunque hemos vendido cara nuestra piel y hemos dado la cara, pues a Pemba y fuimos a jugar y jugando nos marchamos.




Nada más llegar al Pemba Island, alcanzamos un mal acuerdo con la de la recepción por 3 individuales a razón de 40 dólares cada una y salimos a ver Chake Chake, estábamos con ganas. Definir Chake Chake es complicado, pero lo intentaremos. Cruce lleno de mugre con tres o cuatro bloques de pisos tipo comunista low cost, ningún occidental (salvo dos británicos que lo único que hicieron fue recomendarnos ir a una isla a la que no habían ido), varias mezquitas anunciando el rezo con la clásica letanía mal rollista moruna y unos barrios periféricos por los que paseamos donde el ganado convive con la gente en un vertedero gigante. Es triste, lo sabemos, la pobreza carece de gracia pero nosotros, como notarios de la actualidad que somos, nos limitamos a contar y cantar las verdades del barquero tal cual las vemos.

Como por ejemplo ahora que han empezados las rabas en el Kilimanjaro IV y hay un señor repartiendo bolsas de basura entre la peña…

Al caer la noche en la bucólica Chake Chake nos retiramos al hotel, pues tenía un wi fi decente y era clave colgar el capitulo del Kili, ya que algunos de nuestros lectores empezaban a impacientarse demasiado. Encargamos una cena asquerosa en la azotea del Pemba Island que tardaron casi una hora en traer y nos pusimos manos a la obra en la laboriosa tarea de montar el blog, colgar los videos con un wi fi de lentísimo etc. Serían las 22:00 cuando terminamos y decidimos irnos a la cama. Habíamos madrugado mucho y recorrido muchas leguas hasta esa habitación y la verdad, aunque nos había salido carita, tampoco estaba tan mal. Una noche de individual para descansar bien siempre se agradece. Fue Zunzu el último en salir de mi habitación. Yo ya estaba tumbado en la cama cuando me dio las buenas noches y me dijo: Eyy!! Te he dejado encendido el termo de la ducha para que mañana te duches con agua caliente. Gracias tío!! Detallazo.

A la una me desperté súbitamente. Se había ido la luz porque el ventilador estaba apagado y el “aire acondicionado” no hacía su horrible ruido. Ya volverá pensé, me giré a un lado y volví a dormirme. A las 3 un brutal estruendo me despertó, el termo estaba entrando en ebullición y el ruido era acojonante, como una olla express gigante a punto de explotar. Me tiré de la cama, arramblando con la mosquitera, abrí la puerta de la habitación y en mi huida no se como ni por que me acordé de darle al interruptor que apagaba el termo. Me refugié en la esquina más alejada del pasillo y esperé la explosión. Hasta aquí hemos llegado, Jesusito de mi vida y hasta luego Lucas. Poco a poco el ruido fue amainando y tirando de casta me acerque a la habitación del Tala (que estaba alado) sin dejar de aporrear la puerta hasta que salió. Le conté lo sucedido y echándole huevos entramos en el cuarto. Del baño salía una humareda acojonante que olia a vapor de agua y goma quemada. La cisterna se había roto y mostraba una fuga que no dejaba de soltar agua sin cesar, desconocemos si por una relación de causa de causa efecto, y aquello no dejaba lugar a dudas: era una manjiatta en toda regla, media manjiatta para el Tala por apoyarme en ese duro momento. Quisimos despertar a Zunzu, pues todos los dedos acusadores le señalaban, pero estaba en otro piso y no quisimos jugárnosla a llamar a todas las puertas.

Como no era posible detener la fuga intentamos obviar la situación durmiendo con el ruido del grifo abierto, insostenible escenario que no duró más de 3 minutos porque la fuga era considerapla. Nuevo despertar al Tala y nuevas elucubraciones para intentar detener la fuga, con visita a la recepción incluida para pedir ayuda. Obviamente no había nadie y estaba cerrada. Como no había manera de arreglarlo no quedó otra que abandonar la nave, coger mis efectos personales y dormir con el Tala.

A las 7:00 am de nuevo en pie, con el cansancio acumulado del Kili y tras una noche toledana. Había una limpiadora en el pasillo haciendo como que barría y la conminé a entrar en mi habita. El agua había desbordado el baño y el cuarto empezaba a ser la ciénaga de Shrek. Montamos un rápido gabinete de crisis para debatir que hacer. Las opciones eran irnos volando a riesgo de que nos acusaran de haber jodido el baño y hacérnoslo pagar o montar un buen pollo haciéndonos los indignados y exigir que nos devolvieran el dinero.



Optamos por lo segundo pues no es nuestra culpa que: a) el termo careciera de termostato; b) no estuviera este hecho avisado; c) la relación causa efecto termo-cisterna no estaba acreditada. Y así, tras desayunar como señores, bajamos a la recepción a montar el lio y reclamar lo nuestro. Zunzu llevó las riendas y tras quejarse eficientemente al dueño del hotel en su taller ferretería de los bajos, consiguió que nos devolvieran 40 dólares por una de las habitas. Y de ahí prestos y dispuestos nos dirigimos de manera ordenada y militar a Le Tavern, el hotel donde pasamos la segunda noche de Pemba y que es, de calle, el peor sitio donde nos hemos hospedado en nuestra vida:

Quien vive ahi???



Si Torrente viviera en una pensión de mala muerte, habría sido Le Tavern; Si Indiana Jones fuera un personaje de ficción de cine serie B mexicano, se habría hospedado en Le Tavern; Aquí se refugiaban los secuestradores kosovares de Taken; fue el escondite de Brody en Caracas; sirvió de escenario para el Apartamento de Joe:



No había tiempo para lamentos. Las manjiattas volaban en el ambiente y aun queríamos visitar la isla. Eran las 8:00 am y todo un día comenzaba a nuestra disposición.

(Cortamos conexión. Acabamos de llegar a Dar es Manjaar y esta lloviendo a saco. Que belo).

(Reanudamos el relato desde el vuelo Dar Es Manjaar – Dubai. Nos ha tocado alado de unas alemanas que comieron ayer en la mesa contigua en un restaurante de Stone Town, Zanzibar. Casualidades de la vida hemos ido con ellas en el ferry esta mañana y ahora van a Dubai con nosotros. No somos stokers, simplemente a veces pasa.)

Salimos a la calle principal de Chake Chake con dos objetivos claramente definidos: (i) Comprar los pasajes en el barco que se supone enlaza diariamente Pemba y Zanzibar; (ii) Buscar la manera de hacernos con un vehículo que nos permitiera recorrer Pemba. A falta de “vendetodos” en esta isla (zona no trabajada aun por estos pofesionale) nos dirigimos a una de las escasas agencias de viaje que había en la ciudad en la que tras un comienzo poco prometedor, topamos con Nassor, un sibilino individuo que hizo el agosto con nosotros y a quien hemos jurado eterna venganza. El chaval de la agencia, clásico “no hablo tu idioma” nos puso al teléfono a nuestro protagonista, quien al olor de dólar fresco no tardó en personarse en la oficina.

El tipo vestía túnica moruna y gorrico a juego, el mítico que se encaja en la cabeza y que depende de quien lo luzca da mejor o peor rollo. Tenía una sonrisa siniestra y sin duda era un experto negociador/timador. Si alguien ha leído Asterix y el Adivino, Nassor era claramente ese tipo de persona, los que siempre guardan un as en la manga y antes de mostrártelo te quitará 10 dólares de la cartera. Lo primero que tratamos fue el tema de los pasajes, nadie quería quedarse atrapado en Pemba y la perspectiva de dos noches en Le Tavern era una fuente de ansiedades superior al lexatin que portamos. Por supuesto comenzó diciéndonos que no quedaban billetes, pero que por ser nosotros iban a cancelar a 3 pasajeros aleatoriamente y meternos a nosotros. Así, en frio, porque le habíamos caído bien en los 5 minutos que llevábamos con él. Hubo un posterior debate sobre si realmente canceló el viaje a 3 personas o si todo fue un teatro para sacarnos los cuartos. Lo cierto es que vimos como del ordenador borraba tres nombres y nos metía a nosotros, pero personalmente siempre creí, y mantengo a día de hoy, que todo fue un camelo del adivino.

Llegó como siempre el sumo momento de la dolorosa y nos anunció que los billetes costaban 35 dólares. Acabábamos de ver como le vendían a un tío los mismos idénticos billetes por 15.000 sh, que son 9 dólares y nos quejamos airadamente por la estafa a la que nos estaban sometiendo. Como no, Nassor sonrió y nos comunicó que estábamos bien jodidos pues o le dábamos 35 pavos por barba a la voz de ya o directamente nos quedábamos en tierra. Estábamos rodeados, solo quedaba rendirse a la evidencia. El tipo, con cierta sorna nos dijo que no nos preocupáramos, que el barco era cojonudo y valía 35 dólares porque aseguró que se trataba de un barco a bit luxoriuos.

A bit luxorius mis cojones. 24 horas más tarde cruzábamos el Índico entre basura y ganado comiendo la basura, pero ya habrá tiempo de entrar en ello.

Resuelto el tema de la escapatoria pasamos a negociar el alquiler de un vehículo. Nos intentó colocar la bicicleta del Piraña en Verano Azul por 10.000 sh todo el día, pero eso no colaba porque la isla esta llena de cuestas y solo de agarrar el manillar corríamos riesgo de pillar el tétanos. La forzó a unas motos, pero las carreteras tenían más socavones que las de Rumania con lo que pusimos encima de la mesa la posibilidad de pillar un buga. Obviamente era posible y previo pago de 60 dólares más, Zunzu se subió de paquete a la vespa de Nassor, con un casco de papel que se volaba con el viento en la moto y se dirigieron al aeropuerto a por el coche, mientras Talavera y un servidor nos quedamos intentando comprar algo de comer que nos sacara de la peligrosa dieta que habíamos comenzado el día anterior: pringles y snickers.

No hubo manera de comprar nada digno y nos jugamos la carta de la comida a Wete, la segunda ciudad de Pemba. Como en las partidas de poker que echan por la tele, nada más rechazar comprar la comida en Chake Chake nuestro porcentaje de comer algo digno descendieron en picado.

Llegados a este punto (este párrafo va dedicado a mi querida Maria de la Pau López Cerdá) debemos contaros que no hemos estado solos en este viaje a través de Tanzania, tres paquetes de noodles sabor neutro y una lata de atún Heinz nos acompañan desde la primera noche en Dar Es Manjaar. Ese día, en sus oscuras calles, nada más aterrizados y sin habernos mimetizado aun con el ambiente tanzano, los nervios se apoderaron de nuestra papa y nos llevaron a una tienda de ultramarinos en la que adquirimos unas humildes viandas con el fin de cenarlas en el Safari Inn, ignorando si había o no cocina. Al final jalamos barbacoa callejera y nuestra compra quedó en la mochila sin que hubiéramos encontrado aun el momento de dar cuenta de ella. Pasaron los días y fuimos cogiendo cariño a eso traviesos noodles que cambiaban de mochila nadie sabe como y que lo mismo aparecían en una balda de un hotel como dentro de las botas de monte de alguien. Hoy, al llegar a Dar Es Manjaar, queríamos abrir los paquetes y tirarlos al mar, como muestra de respeto y homenaje, al tiempo que cantábamos Taps, la clásica canción americana de funeral militar, pero los muy pícaros se han escondido bien en la mochila del Tala y no ha habido manera de encontrarlos. A estas horas reposan en las bodegas de este Boeing 777 que nos lleva a Dubai y a buen seguro estarán en Madrid para recibirnos al deshacer la maleta.

Ya ves querida María de la Pau, como aquella fruta que compraba en Madrid cuando vivía con Fructuoso Martínez y que mirábamos marchitarse en nuestra cocina, o aquellas latas de fabada que habitaron 3 años en los armarios de la cocina de Marques de Urquijo, las buenas costumbres no se pierden y seguimos comprando comida para mirarla.

Con cierta frustración por el tema de la papa pero con la confianza de haber adquirido belas botellas de agua embotellada, esperamos la llegada de Zunzu, quien para nuestra sorpresa apareció a los mandos de un belísimo buga de volante ingles, una especie de Suzuki Vitara en pequeño. Por la cara se trataba de un taxi y la historia que nos contó Pedro María nos dejó boquiabiertos. Al parecer Nassor le había llevado hasta el aeropuerto donde a voces le había quitado el taxi a un señor que estaba ahí trabajando. Había llegado a un pacto express con el tipo y en su cara, ante su mirada atónita e incrédula se había llevado el coche que ahora estaba en nuestro poder. Asimismo, nos había exigido que le devolviéramos el deposito lleno y para demostrarnos que así nos lo entregaba, echaron gasolina hasta que el deposito literalmente rebosó ya que el indicador de la chofa estaba roto. En fin, con su pan se lo comieran: eran las 10 de la mañana, hacia bueno y teníamos coche para irnos a quemar rueda por Pemba. Por supuesto nadie nos pidió el carnet de conducir, ni siquiera nos preguntaron si sabíamos conducir…




Gracias al mapa de mierda que Nassor nos intentó vender por 10 dólares y que dejamos en 5 tras una durísima negociación al rendirse a la evidencia de que no puede alquilar un coche a tres guiris sin mapa, pusimos rumbo al norte hacia el faro septentrional de la isla. El trayecto fueron unos 40 km, que hicimos en una hora y media debido a los múltiples controles policiales, al estado de la carretera y a que las señales de tráfico y dirección eran completamente inexistentes. Se ve que en la isla, no hace tanto tiempo (año 2000-2001) hubo bastantes disturbios de tintes políticos, disturbios algo graves al parecer y debido a ello, se mantienen controles en la carretera para tener a la gente atadita. No son gran cosa, la mayoría de las veces simplemente el poli saluda y abre la valla, pero la perspectiva de 3 chavales blancos cruzando la isla en un taxi (la gente nos daba el alto plc pensando que éramos verdaderamente un pelas) se nos antojaba muy apetecible para el innoble arte de las mordidas.

Fue en el segundo control policial en el que empezaron las preguntas. Nos hicieron bajar del coche a inspeccionar el maletero etc. Todo iba sobre ruedas hasta que pidieron a Zunzu, que era el conductor, que enseñara su carnet de conducir. No lo llevaba encima. Bravo. Sin tiempo para explicaciones saqué el mío en la cara de los polis de la cartera y se lo entregué, quedaron encantados de ver un documento tan curioso (aun tengo el mítico papelajo rosa) y ahí quedó la cosa. Nos desearon buen viaje y nos fuimos alucinando de que aceptaran como bueno el carnet de conducir del copiloto tras haber confesado el piloto que carece de tan importante documento. La Guardia Civil debería aprender un poco, que son muy quisquillosos a veces…

Llegamos Wete y más bien fue un Vete, pues tras acudir a varios comercios solo fuimos capaces de comprar tres barras de pan duro de molde (ni Nassor las quiso después) un paquete de picatostes gigantes (esto si lo quiso, y la pinta era infame), un bote de mayonesa que luego descubriríamos que era queso philadelphia malo y más pringles. Por falta de harina no íbamos a morir, está claro. Reanudamos la marcha rumbo al norte, aunque nos perdimos un poco en este pueblo, pero pronto la selva, los poblados de chozas de barro, los partidos de futbol y la basura volvieron a formar parte del paisaje.

Para llegar a nuestro destino tuvimos que adentrarnos en un bosque muy frondoso que puede salir en la próxima temporada de Juego de Tronos perfectamente, lo cual no dejó de causar cierta intranquilidad pues llevábamos conduciendo mucho tiempo, el asfalto se terminaba, los poblados eran cada vez más pobres y no acabábamos de llegar a ninguna parte. Finalmente, y tras dejar a tras un baobab guapísimo, llegamos al faro donde el amable farero, el Mr. Alijamikambe nos recibió muy cordialmente y, tras cobrarnos 5000 sh del ala, nos dejó subir hasta arriba del faro y nos dio un discurso en español que parecía que le habíamos echado una moneda para empezar a hablar. Contención jajil, fotos varias y respuestas satisfactorias a un par de preguntas que le hicimos sobre como llegar a uno de los escasos resorts de lujo de la isla y dejarnos ya de estrecheces. Si, lo confesamos, nos dejamos seducir por los encantos de occidente en la isla más hostil, pero nadie puede decir que no nos lo hubiéramos merecido…






Tras un debate que no fue debate, sobre si irnos a cruzar el bosque hasta una playa virgen y comernos nuestros pringles con mayonesa (que era queso) y atun sobre pan duro o pagar 25 dólares por comer bien y estar en un resort de pm, nos fuimos cagando melodías al mejor resort de todos, Manta, donde fuimos recibidos con cierto escepticismo. Mochilas de monte, bermudas sucias, taxi de Pemba y tres chavales blancos a quien nadie esperaba ahí…esta escena no debe pasar todos los días por esos lares y aunque al principio el puerta dudó dejarnos entrar, Lauren, la manager, nos abrió las puertas de su resort y comenzamos a disfrutar un poco de la playa.

Y digo un poco porque tras comer quisimos tachar de nuestra lista el Océano Índico de lugares donde nos hemos bañado, y fallamos en el intento. El caso es que la playa era guapísima y el mar turquesa muy apetecible. Un paraje alejado del mundanal ruido y “virgen”, donde quitando a los cuatro gatos del resort solo había pescadores locales que pescaban con arpon/lanza en grupo, en una escena muy autentica. Nadie se bañaba en el mar, mala señal. Pero ahí fuimos los 3 machotes a caminar mar adentro, sin saber aun que hasta sortear la barrera de coral (y que estaba en Lima) no nos iba a cubrir más allá de la cintura. Avanzando lentamente llegamos al punto en el que no veíamos nada clara la jugada. El suelo rocoso pinchaba, la arena era fangosa y el canguelo de que ahí pudiera haber alimañas sueltas recorrió nuestro silencio cual ruido en la noche en una casa antigua de pueblo. Talavera, que llevaba un rato mirando al suelo en silenció, dio la alarma, y nos anunció que había una serpiente de coral marron con manchas rojas moviéndose justo entre nosotros. Esas fueron las palabras mágicas que nos sacaron del agua escopetados y, aunque luego supimos que se trataba de un alga que imita a las serpientes a la perfección, nadie más quiso bañarse en Pemba.






Armados con un palo y envalentonados por estar en la playa de nuevo, Zunzu y yo nos fuimos a dar un largo paseo, en el que tan pronto nos vimos rodeados de cangrejos como de medusas y cuando llegamos al culmen del acojono tras vagar por la playa desierta, decidimos que era hora de volver y el baño del Índico nos lo acabamos dando en la piscina del hotel. Eran las 16:15 y tocaba volver, habíamos prometido al adivino devolverle el coche antes del ocaso y todo el tiempo que siguiéramos pasando en el hotel de lujo iba a tornarse en más lágrimas en Le Tavern, la casa de Pepe Botero.

Todo lo bueno se acaba, como este blog dentro de poco, y si dos horas antes habíamos estado bañándonos en un sitio fetén, dos horas después estábamos sentados en las camas de la pensión entre una nube de mosquitos y alguna que otra cucarachela, preparando el piedra más letal al que nos hemos enfrentado en este viaje. Se trataba, nada menos, que de sortear quien dormía solo y quien acompañado, pues teníamos una doble y una individual. Dicen que las penas con pan son menos, pero sin duda en este lugar la compañía del amigo que sufre tus mismas penurias en la cama de alado, ese compañero al que preguntar a las 3 de la mañana si duerme o come techo, son el aliento que puede hacer que superes una noche tan larga como la de Le Tavern. El karma quiso castigar de nuevo a Zunzu, y le tocó la soledad de la sórdida habitación individual. Manjatta, por supuesto.

Antes de dormir nos fuimos a cenar por ahí, y acabamos en un hotel que a la vez era centro de conferencias de Chake Chake donde había montada una fiesta acojonante, aunque nos tememos que era de mujeres musulmanas y por supuesto no se nos ocurrió el jugón cultural de apuntarnos, aunque preguntamos como quien no quiere la cosa de que iba la fiesta. Pulverizaron el record de tardar en traernos la comida, una hora y cuarto, pero lo amenizamos viendo en la tele un Inter de Milán – Roma de hace algún tiempo. Y tras ello, de vuelta a Le Tavern donde rescatamos nuestros sacos de dormir preparados para el frio Kili, y así pasar la noche asados de calor en una isla tropical, con mosquitera de cabeza nada más y el eterno zumbar de los mosquitos alrededor. Una verdadera delicia, que habría tenido menos encanto si no llega a ser por el desempeño de unos obreros que se pasaron la noche entera tirando 3 paladas de escombro cada media hora a una zanja contigua a la pared de nuestra habitación.

Poco a poco dieron las 6:00 y aunque habíamos quedado con el taxista que nos iba a llevar al puerto de Pemba a las 6:30, tuvo el detalle de llegar media hora tarde y despertarnos de sopetón acojonados pensando que perdíamos el barco. Nadie quería quedarse en esa isla. Sobre las 7:00 am llegamos al puerto, donde estaba montado el clásico lio de pelotas africano que se arma cada vez que hay que montar en un barco, autobús, avión etc, ya que desconocen el orden, la paciencia y el elemental raciocinio para hacer la maniobra con eficiencia. Aquí el agravante era que al barco se podía uno aproximar en coche o a pata, y había decenas de portes con carros deseosos de levar maletas, con lo que se armaba un atasco de padre y muy señor mío. El taxista, encaramado con su taxi al espigón que servía de muelle, nos llegó a decir que se venía en taxi y todo con nosotros a Zanzibar y ello sumado a que igual le llamaron 8 veces al móvil sin cogerlo, nos dio que pensar que el tipo se estaba fugando. Al final resultó que no sabia inglés. Simplemente nos llevó hasta el acceso del barco en coche luchando contra la masa humana que hacia cola y se empujaba por subir.

¿Cómo describir este buque en el que nos montamos? Dificil tarea nuevamente la verdad el iluminar una escena para quien quizás no pueda ni imaginarlo. Personas hacinadas unos encima de los otros cargando todo tipo de cosas: gallinas, pollos, sacos de grano, teles, hornos, limonanjas, que se yo! De todo. Basura acumulada por el suelo del ferry, agüilla sospechosa yendo de bordo a bordo. Gente tirada en el suelo resguardándose del solamen que a esas horas de la mañana ya era sirio. En fin, un cuadro difícil de pintar que desde luego distaba mucho de ser a bit luxorious.

Barco Pemba Zanzibar I

http://www.youtube.com/watch?v=gtX7qzhMTdU

Como la papa atrapaba, sacamos parte de la comida adquirida en Wete y nos desayunamos como señores unos crackers a modo de montadito con atún con philadelphia, aunque la mezcla quedó algo rara al descubrir que el atún era en “escabeche” y los crackers dulces. Un desayuno de campeones ejecutado con maestría con solo una navaja y un tubo vacío de pringles.

Voto a Dios que de las miradas atónitas de nuestros compañeros de pasaje me pareció intuir un poco de lastima por tan humilde desayuno y creo que alguno que otro estuvo tentado de pasarnos un poco de su ugali.





Como en el barco de hoy, las potillas no se hicieron esperar, lo cual no hizo mucho por la higiene a bordo, pero mantuvimos la compostura e incluso pudimos jugarnos una pocha que gané yo, la primera en todo el viaje. Malos tiempos para un antiguo gran campeón del naipe.

Fueron 8 horas (el adivino dijo 7) que se hicieron largas, pero no pasó nada del otro mundo, más allá de escuchar el Corán a todo trapo (lo llamamos el librico por si nos escuchaba alguien). Había unos grandes baúles donde en teoría se guardaban los chalecos, que no tuvieron que ser abiertos. Todo lo contrario a la historia de la que tomamos razón una vez llegamos al wifi de Zanzibar. Una gran tragedia marítima que ha tocado de cerca de uno de nosotros, el Tala, pues un buen amigo suyo Rafael Martínez, periodista talaverano, esquivó a la parca en un naufragio en aguas indonesias junto con su novia María, donde hubo muchos muertos y desaparecidos. Ambos tuvieron que luchar en el mar contra los calambres, el terror, las medusas y la hipotermia tras hundirse el barco en el que viajaban, y gracias a Dios han salido vivos de esta. Nuestro más sentido recuerdo para los que se han dejado la vida en esas aguas. A Rafael y María les dedicamos este temazo de Gloria Gaynor, se lo han ganado:



Queremos dar un mensaje muy importante a nuestros lectores, en especial a aquellos que animados por este relato se decidan a emprender el camino del viajero independiente y ver mundo de la manera más perfecta jamás conocida, como mochilero. Las tragedias existen porque la realidad de estos países, lamentablemente, dista mucho de ser la que conocemos en España. El mantenimiento de las infraestructuras, los buques, las carreteras, los trenes, etc es malo. Las medidas de seguridad muchas veces inexistentes. Lo que puede parecer una fuente de mitiqueces y una aventura sin igual, muchas veces puede convertirse en una trampa mortal y es muy importante extremar las precauciones si se pretende realizar una travesía, en especial en un barco, a través de ríos, mares o lagos. Puede ser que ni el piloto sepa lo que hace o que el barco en cuestión vaya mucho más cargado de lo que debe. No hay mejor receta para evitar sorpresas que aplicar el sentido común, aunque sea a costa de perder dinero y pagar más caro. Como dijo Goodlove el taxista de Dar: en ocasiones lo barato sale caro…

Llegamos al puerto de Stone Town sobre las 15:00 horas. Unos minutos antes nos habíamos bajado a la bodega del barco, donde reinaba la anarquía, pues el desembarco se haría por la rampa de los coches, a pesar de que solo cargaba tres tristes furgonetas. La gente se preparaba entre empujones para escapar de aquel barco lo antes posible y una vez bajada la rampa pudimos ver como en el muelle se apelotonaba una grandísima masa de gente que el personal de puerto contenía a duras penas. Eran los portes de Zanzibar, esperando romper el cordón para esprintar al barco y poder cargar las maletas de los viajeros por una propina. Los únicos occidentales éramos nosotros tres, juntitos y mochila al hombro, y un misterioso francés con una niña pequeña rubia, con un parecido razonable que nos ahorraremos poner por escrito en estas páginas. La escena era el clásico choque de trenes entre el ejercito inglés y el de Braveheart. Bastante agobio la verdad sobre todo en el momento en el que empezamos salir y los porters pudieron romper el cordón.

Barco Pemba Zanzibar II

http://www.youtube.com/watch?v=ot72pb7puew

El caos se apoderó de la situación, la gente corría tras su gallina perdida o luchaba por mantener el equilibrio entre empujones. Mal que bien la masa nos fue arrastrando y salimos del barco escopetados a ponernos a refugio en la terminal portuaria, donde queríamos comenzar por comprar los pasajes a Dar es Manjaar hoy día 20. Deberes hechos y llegó la hora de disfrutar de los encantos de Zanzibar.

Habíamos decidido trasladarnos nada más llegar a  Kendwa, en el extremo norte de la isla donde en la Lonely aseguraban que había fiestas interminables y una marcha que tiembla Ibiza. Cangrejo. Llegamos a un acuerdo con un taxista y tras parada y fonda en un cajero automático que desplumamos, nos metimos una horita larga de taxi para llegar al Sunset Bungalows casi anocheciendo.





El tiempo que hemos pasado en Kendwa la verdad es que tampoco ha dado para mucho. Es el típico sitio en el que tras pasear por la playa, coger la canoa, hacer buceo, ir a pescar, leer y comer, ya has hecho todo lo que se puede hacer y, o vuelves a empezar o te mueres del asco. Eso si, todo muy bonito, muy turquesa y el agua cristalina. Ni que decir tiene que de toda la lista solo paseamos por la playa, fundamentalmente porque no nos quedaba casi pasta, pero aun así han sido un par de buenos días de descanso y playita.

Por la misma razón, el tiesismo total, elegimos la habitación triple que costaba 72 dólares en lugar de la de 118 que nos intentaron vender sucesivas veces. Uno de los últimos jugones culturales llegó cuando Zunzu, como réplica a que la habita de 72 no tenía aire acondicionado contestó con una sonrisa de oreja a oreja: no pasa nada!! Si casi ya somos tanzanos!! Por la cara.

Salimos la primera noche a intentar tocarla, pero tras una primera copilla en un ambiente nulo de fiesta, nos dimos cuenta que seguir por ese camino iba a ser como un botellón sin hielos (Ignacias dixit) al final la acabas forzando y sale mal. Así que a la cama y a esperar el nuevo día.

Nos levantamos pronto para ir al desayuno. Así que a las 10:30 tras dar el paseo y baño de rigor, estábamos aburridos. Lidiamos con los “vendetodo” de Zanzibar, los más jartos de Tanzania según dice la Lonely. Será que nos ha cogido al final de todo, porque ni tanto. Es más, a alguno que otro optamos por venderle nosotros mismos los tours, con la esperanza de que así llegaran a colapsar. Estos “vendetodo” son muy belos, todos tienen barco para ir a pescar, todos tienen agencia de submarinismo para sacarte el carnet, todos son taxistas, todos venden sombreros y todos tienen más cuento que otra cosa, como uno que por la cara intentó aplicarme el timo que vienen en la Lonely de que me conoce de antes y que si me acuerdo de él. En buen hueso fue a pinchar…

La tarde se presentaba tediosa hasta que apareció por ahí un grupo mixto de angolsajones con ganas de jugar el volley. Unos pocos ingleses, un australiano, dos chicas canadienses etc, que estaban haciendo juntos un programa de viaje conjunto que no acabamos de pillar del todo. Hicimos equipos con ellos y al final, contra todo pronostico, un equipo liderado bravamente por uno de nosotros, ganó de manera incontestable a otro en el que iban los otros dos. Al mejor de 5 además. Que sea el buen lector quien con su imaginación decida quien integraba cada equipo…

Esta segunda noche no podíamos perdonar ya: había que irse de copas. Nos informamos como pudimos de donde se escucharía el chocar de los hielos esa noche, pues en alguno de los 5 resorts que se ubicaban sucesivamente en esa playa tendría que haber jarana por cuyons y ahí nos dirigimos de manera ordenada y militar. La verdad es que era una fiesta paupérrima en la playa donde servían un garrafón infame (botellas simplemente de Rum marca Rum, Gin marca Gin, y no tenían whisky…), así que adquirimos unas Kilimanjaro y nos fuimos a una hoguera en la playa donde conocimos a una pobre mujer muy feliz en su borrachera oriunda de Cape Town que iba dando tumbos por el mundo trabajando en resorts. La pobre bebía con un colega bolsitas de ron de coco, la priva más barata y mala de África, con un flash más grande de priva. Lamentapla.

De la hoguera, que la verdad fue belo, nos fuimos a la discoteca del resort contiguo al nuestro, Kendwa Rocks donde asistimos nuevamente a un espectáculo de cazadores de black mamba dantesco y conocimos a una alemana simpática que asistía atónica a este espectáculo. Conocimos también a un italiano belisimo, Enrico, tifoso del Milán con quien hablamos un buen rato de futbol. Siempre es un placer charlar con un italiano futbolero. Su novia estaba harta de las black mamba que la acosaban pero Enrico solo quería charlar con nosotros y ponerse bien, a gusto. Se nos unió a la tertulia un chavalin tanzano que hablaba español flaman y solo quería hacernos la pelota a toda costa. Con ánimo de agradarnos empezó diciendo que Simeone era un belo de cojones y un entrador belísimo, a lo que le contestamos con rechazo: baaaaaahh ni tanto!!! Enrico, al vernos dudar dijo una frase que jamás olvidaremos con el puño cerrado a la italiana: Simeone?? Simeone e un interista di merda!!! No hizo falta añadir más argumentos. Rision total.

Como la fiesta verdaderamente apestaba y habíamos cosechado ya la resaquilla que nos permitía afirmar con la cabeza alta que Zanzibar es una isla privada, nos fuimos al hotel a descansar, pues al día siguiente cambiábamos de posada, de los cielos a los infiernos nuevamente. De nuestra bela habitación a pie de playa a las bondades del Karibu Inn, pensión de mala muerte en Stone Town.

Aun tuvimos tiempo de despedirnos de nuestras amigas canadienses de Calglary la mañana siguiente, antes de trasladarnos a la capital de la isla. Esta tarde dio para poco más que pasear por ahí, visitando el mercado de esclavos (que nos pareció terrorífico, el autentico genocidio británico no hace tantos años…), un mercado que no estaba mal y callejear por la ciudad que la verdad tenía su encanto. Visitamos 10 o 15 veces la misma tienda (pues en TODAS vendían lo mismo, idéntico), hicimos las últimas compras (dos latas de Africafe, el mejor café instantáneo que hemos tomado jamás) y nos fuimos a un sports bar a ver la supercopa, aunque nuestro gozo cayó en un pozo al descubrir que empezaba a las 0:00 de Tanzania. Gracias a la liga por estos horarios!!!

Y con esto cerramos el circulo para volver al punto en el que ha comenzado este relato. Han sido 22 días en Tanzania en los que hemos madrugado más que nunca; hemos salido solo dos noches; los únicos complains los hemos puesto nosotros; y la priva que compramos el día 2, ha llegado casi en su integridad al 22. ¿Algo esta cambiando? Sin duda nos hacemos mayores, pero en cualquier caso en esta ocasión ha primado la naturaleza, el ugali, la vida local, sus horarios y costumbres más que imponer nuestra ley marcial. Hemos subido a las montañas, cruzado la sabana, visitado algún desierto y cruzado los mares, pero sobre todo hemos conocido un país fabuloso en profundidad, viendo las dos caras de la moneda: quienes sufren y quienes ríen en esta tierra dura, de tanto contraste.

Al final todo ha salido bien, las manjattas no son mas que las anécdotas, las muescas en el fusil que alegrarán las reuniones de amigos, y quedarán en nuestra memoria cuando con la mirada mantengamos conversación silenciosas entre quienes hemos compartido la ruta en esta ocasión. La mochila vuelve pesada, llena de experiencias y mitiqueces difíciles de olvidar. De las que crean poso en uno y sirven de trampolín a futuras aventuras, en el recorrer del camino que se va complicando con hitos cómo viajar por Africa de manera independiente.

Por que es ese todo nuestro premio y orgullo, seguir manteniendo la pureza de cómo nos gusta viajar, huyendo de viajes organizados y programas fijados, para que sea cada mañana en el desayuno cuando decidamos el paso a tomar, el dala dala al que subirnos y elegir ahí el lugar donde dormiremos. Ese es nuestro compromiso, alejado de la aventurilla prefabricada, el hacer las cosas a nuestra manera:




Este post queremos dedicárselo a todos aquellos mochileros que paso a paso, golpe a golpe, tienen el valor suficiente de irse a conocer el mundo a pie de campo: privando la priva de a los que visitan, compartiendo su puchero y durmiendo en sus lugares. Los que se interesan por chapurrear el idioma y los que entienden que pararse a hablar con alguien en la ruta, lejos de ser una perdida de tiempo, puede ser la llave a una experiencia sin igual. Los que creen las únicas fronteras nos las ponemos nosotros y quienes cavilan sobre su siguiente destino nada más aterrizar de la anterior. A todos estos este tema, que son los versos universales de Antonio Machado, el gran poeta español:



Y por supuesto queremos que la última dedicatoria sea para todos nuestros lectores cuya fuerza hemos sentido en cada momento de la ruta y a quienes con toda nuestra ilusión nos hemos dirigido cada vez que nos sentábamos a redactar. A los que el martes 13 de agosto a las 23:00 estabais nerviosos pensando en la ascensión y a los que simplemente acudisteis a Hakuna Manjiattas para echaros unas buenas risas en el agosto de la oficina. A nuestras familias y amigos que han seguido nuestros pasos a veces con intranquilidad por los largos silencios. A los compañeros de otras aventuras que no habéis podido venir (Puma, Peris, Paco, Troglo e Ignacias). A todos los que os habéis dejado caer por estas páginas aunque solo fuera un ratito: GRACIAS.



Y esto es todo, aunque sabemos que queda gente debemos apagar este fuego. Pero la llama sigue viva dentro de nosotros y pronto llegarán nuevas aventuras. Mientras tanto, que siga girando el mundo, y que sigamos soñando con tierras remotas y parajes lejos. Nosotros intentaremos volver a contarlo con la misma alegría que siempre.

Hakuna manjiatta a todos.

Zunzu&Tala&Chelas

Pd: Con los últimos sucesos relatados el manjiatometro ha sufrido un vuelco espectacular y precioso: TRIPLE EMPATE A 4 MANJIATTAS!!!

Talavera realmente se llevaría el Gato al Agua con una media manjiatta por encima, pero la declina para que el empate final refleje la unidad y la piña que este grupo ha sido en todo momento, sin media palabra más alta que otra aunque a ratos no pintaran sino bastos.

viernes, 15 de agosto de 2014

KILIMANJIATTAS



Poa kichizi kama ndizi!!!

Nos conectamos una vez más desde el Hotel Kindoroko de Moshi a Hakuna Manjiattas para relatar la gesta, la historia de lo acontecido en los últimos 7 días en los que, además de salvar un desnivel de 5.100 metros desde Moshi hasta la cima del Uhuru Peak, hemos caminado la friolera de 107 kilómetros por cuestas imposibles, selvas impenetrables, calderas de volcanes y glaciares polares. Y si, habéis leído bien: El Kilimanjaro ha sido conquistado por los tres españolitos que escriben esta historia. Aquí está la tan anhelada foto que lo demuestra:



Pero vayamos por partes, conquistar el Kilimanjaro es emprender un viaje ascendente desde el Ecuador hasta la Antártida y ello obviamente no se hace del tiral. Aquí la crónica de la conquista:

Día -2: Dala Dala “¡Que apostamos!”

Nos despedimos del confort del Hotel Kindoroko a eso de las 16:00 en compañía de Lion (no Lio plc como le llame en el post anterior), nuestro guía y un colega suyo a quien por cierto, y de la más tanzana de las putas caras, pagamos el bus ya que no le volvimos a ver. Llegamos a la estación de autobús, que es sin duda uno de los peores lugares del país donde los vendedores totales moran, y como no: había un bus preparado para nosotros a punto de partir.

A decir verdad llamar bus al vehículo en el que nos transportamos hasta Marangu (a las faldas del Kili) es un poco eufemístico. Aquí la gente lo llama Dala Dala y es una especie de furgo bus en la que irían bien 9 personas pero aquí lo petan hasta la bandera (animales incluidos) y se pueden llegar a juntar hasta 25 personas a la vez, algunos como en nuestro caso, con medio cuerpo fuera de la ventanilla. Un agobio jarto, sobre todo si te toca en el sitio de alado de la puerta (Tala) donde va la gente de pie, o en el asiento que bajan por la cara en medio del pasillo en el que te encajas como en la clásica plaza de toros antigua en la que las rodillas del de detrás se te clavan en la espalda y literalmente no te puedes mover (Chelas). El espíritu de este equipo siempre es al mal tiempo mala cara, así que amenizamos las 2 horas de viaje imposible cantando los clásicos temas de la tuna paulina (Trizte y Zola), que si bien tuvieron buena acogida al principio, al final acabaron rayando al personal.




No llegamos a saber muy bien como es Marangu, pero lo que pudimos ver lo describiría como una ladera de bosque tropical (la mitad propiedad de un misterioso profesor entacado) en la que el núcleo principal es un cruce, en el que en España habría sin duda un bar llamado “El Cruce”, donde se intercalan parrillas de pinchos morunos, dala dalas de todo tipo, vendedores totales (nunca fallan) y taxistas en coches reventados que se pelean por llevar a la gente a donde quiera que vayan de la empinada ladera. Nuestro guía Lion (a quien de ahora en adelante llamaremos Richi, que es como le llaman todos sus colegas) arregló el tema con un taxista que tenía el coche más reventado de todos y ahí nos encajamos nosotros tres, Richi, su colega al que no volvimos a ver y nuestras brutales mochilas. Estamos hablando que del cruce a la casa donde nos hospedamos podía ser puerto de categoría especial del Tour y en la castaña en la que estábamos metidos iba a ser un milagro llegar…. efectivamente, a mitad de la cuesta el coche se caló en primera y la palabra manjiatta salió de nuestras bocas, pues se mascaba en el ambiente el pateo total. Y entonces llegó la magia: el nota, a vela, se metió en una entrada de una casa, arrancó su buga y se subió el cuestal más jarto del planeta marcha atrás. Nos quedamos boquiabiertos la verdad.

La casa estaba bien, todo limpio como una patena (tenían a un chiquillo fregando el suelo, las paredes, los coches TODO constantemente) y cuidada. Lo malo que era algo húmeda. Aquí el amigo Richi empezó a mosquearnos un poquillo, porque el tío olía sospechosamente a priva pero tampoco le dimos más importancia porque casi estuvimos con el todo el tiempo y no le vimos darle a la botella. Nos llevó de paseo a la puerta del Parque Nacional del Kilimanjaro, que estaba cerca, y ya de noche degustamos en una choza donde la señora que vendía, compraras lo que compraras, te pedía 10 dólares, una especie de sidra de plátano que hacen por estos lares. Le dimos 10.000 sh y a volar.

Para cerrar el día nos vimos el Caso Bourne en la tele con un compa alado que no paraba de partirse la caja como si estuviera viendo una peli de risas, sin entender un carajo, puesto que Toro Sentado fijo que podría hablar mejor ingles que él.

Día -1: Half Kaput. Kaput.

El día amaneció típico de Marangu: cielo plomizo y humedad total. Como nos habíamos dejado hacer la cama poniéndonos un día antes en manos de nuestros guías del Kili, el plan dependía absolutamente de ellos. Las opciones no eran muchas: o quedarnos en el lodge jugando a la pocha de 3 todo el día o nos íbamos con ellos de paseo. Obviamente optamos por lo segundo, aunque nos flipa la pocha, y nos dispusimos a bajar al pueblo en compañía de Richi y de Aikambe, nuestro otro guía. Aquí os le presentamos:


Cruzando el bosque cuesta abajo y, admirando las propiedades del enigmático profesor, llegamos hasta el cruce donde nos zampamos una especie de cochifrito a la tanzana, invitando a nuestros acompañantes of course. Aquí empezó a desaparecer y aparecer el colega Richi constantemente, y cada vez que volvía olía más y más a priva el tío jodio. No nos lo acabábamos de creer la verdad, sobre todo a sabiendas de que al día siguiente se iba a jalar el inicio de la ascensión como todo hijo de vecino, pero el algodón no engaña y ese olor a acetona que desprende el privador es inconfundible.

Nos intentaron vender un par de motos de ir a unas cataratas o a unas cuevas de unos chagga (la tribu que mora en las laderas a este lado del Kili), pero exigimos que nos hicieran las cuentas antes de nada, y como las del Gran Capitán, entre pitos y flautas nos íbamos a gastar como 70 dólares en hacer cosas que nos daban igual la verdad, así que abortamos misión. Luego resultó que había otras cuevas justo alado a las que se podía ir andando y por 10.000 sh (6 euros) veías lo mismo.

El rollo de los antiguos chagga es para verlo. Eran un tribu un poco torrijilla que vivían de siempre en las laderas del Kili, y quienes cada 30 años aprox recibían ataques de los Masai que les hacían picadillo. Un buen día, un chagga espabilado decidió que si construían unas galerías subterráneas, cuando llegaran los Masai nos les iban a encontrar ni de coña y se pusieron manos a la obra. Al parecer tienen galerías infinitas aunque la que vimos nosotros tenía 4 km (solo vimos un cachico). El pavo que nos lo enseñó, además de ser bastante profesional, se metió mucho en el papel y con todo lujo de detalles nos explicó lo que hacían con todo masai que osaba acceder a esas galerías. Cargando una estaca que parecía una pala de cricket cuádruple y otra séxtuple, nos explicó que al gusto del chagga de turno, le atizaban al invasor en la cabeza si querían que quedara “half kaput” o “kaput” del todo, sin escatimar en detalles de cómo troceaban a los enemigos, les partían el cráneo o les tiraban galería abajo hasta el rio. Casi explotamos de la risa cuando el tio nos explicaba que el tema del half kaput tenia su aquel, ya que si le rompia el cranéo y se le salían los sesos (literal) el masai no podía hablar, ni gritaba. Al ver nuestra cara de chiste añadió, now we laugh, but this is a very seriuos thing. Estuvo gracioso el asunto y casi volvemos a explotar de descojono cuando nos explicó como caminaban los de la tribu por la galería, pero mantuvimos la compostura ya que el tío no estaba para jajas. Le pagamos los 10.000 sh de rigor y nos fuimos al lodge comentando la jugada y haciendo coñas mil.

Al lodge volvimos en taxi, pues ya anochecía, y al preguntar a Richi que porque no subía con nosotros nos contestó POR LA CARA que tenía que comprar fruta. A Noé le vas a hablar tu de lluvia…llegó con un pedo monumental a hacer el check final al equipo que íbamos a llevar al ascenso. La verdad es que manejábamos un mosqueo importante con el tío pedo revisándonos las cosas, más aun cuando se sacó de la manga que les teníamos que dar pasta por habernos acompañado todo el día, pero no estábamos para minucias, el Kili esperaba y nos fuimos a la cama a ver 9 Reinas en el ordenador de Zunzu.

Al día siguiente estaba ahí Faustin, que es el dueño de la empresa, padre de Richi y un caballero por cierto, y puso un poco de orden en el sindiós que había preparado el bala del hijo. Nos fuimos derechitos a registrarnos en el Parque Nacional y empezamos la ascensión.

Dia 1: De Marangu Gate (1.860 metros) a Mandara Huts (2.720 metros): Las nieblas del Kilimanjaro.

El paisanaje en la puerta de entrada al parque era de lo más variopinto: desde una familia musulmana con las mujeres vestidas de cuervo, cero visibilidad y botas de monte, hasta el más equipado de los alpinistas europeos. Gestiones coñazo, alguna foto que otra, pequeñas compras de chocolatinas etc y tras un rato de espera comenzamos la ascensión.

Si el cielo de Marangu es plomizo, se debe nada menos que a la brutal nube que perennemente está instalada en el bosque tropical en la cota más baja del Kili y en ella nos adentramos con una humedad en la que no sabias si quitarte el abrigo o abrigarte más la verdad. Por el camino nos topamos con bastantes monos de la variedad mono azul que andaban correteando por las ramas más altas de aquel bosque de vegetación brutal.



A la hora y media de comenzar nos dieron la comida alado de un rio, entre nieblas, y tras comerlo nos quedamos fríos, ya que de todos es sabido que el español valiente, después de comer, frío siente, y serían las 14:00 cuando llegamos finalmente al primer campamento. Un poco decepcionante el día ya que en 5 horas más o menos recorrimos los 8 km del camino, que si bien transcurría a través de un bosque imponente, el camino era muy cómodo. Excesivamente cómodo para una montaña de esta entidad.

Para matar el rato nos fuimos a ver la caldera de un volcán cercano caminando unos 2 km de propina y volvimos a nuestro hut (refugio) a comer palomitas, jugarnos una pochita y esperar a la cena. Ahí conocimos al cuarto pasajero de nuestro hut, Lamata, una chica china de 21 años que cual alma de cántaro el destino había llevado a subir al Kili sola, pues su amiga se había rajado unos días antes.

La historia de Lamata, de Shangai, es un poco triste. Ella quiere ser bióloga, pero su padre la ha puesto a chapar contabilidad porque se ve que el padre chino corta el bacalao con motosierra. Para más inri, la madre le dijo que no iba a tener cuyons de subir el Kili y que ni lo intentara. Lamentaplamente tenemos que decir que su madre tuvo razón, Lamata la cagó y la bajaron en camilla (forzándola bastante porque no estaba para camilla) desde el campamento 3 (4.720 metros) al que llegó muy vendida, pero a su favor debemos decir que llegó a levantarse a las 23:00 del día del ataque a la cumbre y aunque lo dejó a los 10 minutos de empezar, habría que ver a su madre echarle esos huevos.

Esta parte de la ascensión es tan sencilla, dado que es muy turística y utilizada por los domingueros de turno para hacer un día de hiking, la mítica farsa de subir hasta ahí hacerse la foto y volver.

No es que hiciera frío, pero la humedad calaba los huesos y a Lamata había que acompañarla hasta a mear. Gracias a ello pudimos conocer a dos buenos amigos y paisanos, la pareja que forman Pino y Rai (de Gijón y Villaviciosa respectivamente) y a Ora, una chiquilla de Taiwan a la que nos referiremos más adelante pues su historia raya el Marca Leyenda.

De izquierda a derecha: Ora; Lamata; Pino y Rai



Día 2: De Mandara Huts (2.720 metros) a Horombo Huts (3.720 metros): Amigos en altura

Amanecimos en el humedal de Mandara a eso de las 7 de la mañana y tras lavarnos la cara y asearnos un poco (por última vez) en las palanganas de agua caliente preparadas al efecto por nuestro eficiente porter/camarero, nos dispusimos a toda prisa a abandonar esa nube lo antes posible, pues además de calarnos nos estaba comiendo el tarro.

De subida nos cruzamos con muchos grupos que bajaban de la cumbre, a los que nos ocupamos dedicadamente de preguntar si lo habían conseguido. La grandísima mayoría decía que si, lo que contribuyó a subir el ánimo de la tropa. Aprovechamos también para hacer nuevos amigos, en especial un matrimonio de Lucena (Córdoba, me la juego!) entrado en años que se dedicaba a subir los picos más altos de todas las provincias de España. Belos ellos.

A la hora de escribir estas letras no sabemos si han conseguido la cumbre o no, pues mientras que nosotros hemos hecho la ascensión en 5 días, ellos invirtieron 6. Tampoco sabemos si algún día leerán esto, pues no intercambiamos el correo ni el número, pero de todo corazón esperamos que lo hayan conseguido y sumen esta cumbre a su nutrida colección.

A mitad del camino nos dieron de comer. Mientras que todo el mundo tomaba un tupper preparado con un misceláneo de empanadillas, bocatines y fruta, más o menos apetecible dependiendo de la compañía con la que subían, a nosotros con mantel y todo nos pusieron delante un platal de pasta que no se lo salta un gitano, lo cual provocó las coñitas de nuestros amiguetes Pino y Rai, que nos llamaron mimados (con cariño) y de los cordobeses, a quienes invitamos a compartir mesa y mantel con nosotros.

Finalmente y pole pole (despacio despacio, lo más escuchado en el Kilimanjaro) llegamos a Horombo Huts sobre las 15:00, tras unas 6 horas de ascensión en las que no paramos de discurrir chorradas y canciones imposibles como Horompompero, fusión de Horombo Huts y el clásico de Manolo Escobar.

A modo de aclimatación express, Richi y Aikambe nos llevaron a la Roca Zebra, una roca plc con rayas de zebra a 4.020 metros y a 3.5 km del campamento. Así que de lisas nos metimos 7 km más en el pecho. Eso si, de camino pudimos montar un hito de la suerte en una loma petada de ellos, se ve que es un ritual clásico.



Bajando de la Roca Zebra se nos echó la noche encima, y sin linternas de ningún tipo bajamos a tientas hasta Horombo, lo cual fue una imprudencia de las que marcan época ya que nos podríamos haber roto la crisma perfectamente. No obstante Richi se disculpó, no hubo heridos y llegamos sanos y salvos.

Si bien la actitud de Richi empezó muy mal, pedo perdido, debemos decir que a medida que íbamos ascendiendo el tío se fue creciendo y ha acabado siendo todo un jabato. Aikambe sin embargo, ha estado siempre en su sitio, es un tío belo.

Horombo huts es un campamento el doble de grande que los demás, puesto que en él se junta la gente que sube por la ruta Marangu, los que bajan de ésta y la Rongai, así como todos aquellos que haciendo la Marangu aprovechan el día para aclimatarse. Recuerda como a un pueblo de tierras frías y lejanas, con una pequeña bombilla y una vela que alumbra a varias personas, taza de te en mano, elucubrando sobre el siguiente paso a tomar.

Nuestro compañero en esta ocasión fue Emilio, italiano de Lago di Como que lo primero que nos preguntó fue si roncábamos, pues la noche anterior se la había jalado con dos alemanes tamaño “desayuno chucrut y codillo” que no le dieron una piccolisima serenata precisamente...



Cena y a la cama, que al día siguiente empezaba ya lo serio.

Día 3. De Horombo Huts (3.720 metros) a Kibo Huts (4.720 metros): Anibal ad portas.

A las 8 de la mañana abandonamos el siempre abarrotado Horombo Huts, para afrontar el ultimo día de ruta antes de asestar el ataque a la cima del Kilimanjaro. Se presumía un día de transición, en el que debíamos llegar lo antes posible a (Yohana) Kibo Huts para descansar todo lo que pudiéramos, pero las malas condiciones de sueño que tuvimos en Horombo sumadas al temido viento lateral, nos ofrecieron una jornada trampa digna de recordar.

Lejos quedaba el paisaje selvático y húmedo de los días de Mandara. Ante nosotros comenzaba un árido recorrido sobre dura roca en el que rara vez podíamos aprovechar las acequias creadas para que el agua circulase y en el que la preferencia de paso de los porters, se convertía en un arma más de las circunstancias para cortar el ritmo de paso y entorpecer nuestro objetivo. Que esto no suene como una crítica, ni mucho menos, el agradecimiento a su labor no puede medirse.

La escasa vegetación que se podía observar en los primeros kilómetros de la ruta no pasaba de ser pequeños arbustos y unos extraños árboles que parecían sacados de algún capitulo de Star Treck. Los curiosos Dendrosenecio kilimanjari.



Mientras avanzábamos por la montaña rusa que era la “calzada romana” preparada para la ruta, notábamos como las fuerzas iban menguando y el temido mal de altura nos acechaba como aquellos milanos del Ngorongoro acechaban la comida de los desprevenidos turistas de ese paraje. Aunque esos pequeños arbustos no levantasen más de un metro del suelo, el hecho de que la calzada estuviera parcialmente hundida, nos permitía resguardarnos ligeramente del viento, pero el Manjiattas no perdona y nos esperaba una planicie infinita sin vegetación, paredes o lugares donde resguardarse de un viento lateral que pronto provocó los primeros abanicos en la multicolor serpiente en que se había convertido la comitiva que anhelaba el ascenso al Kili.

Los amantes del ciclismo sabrán el daño que hace este viento y lo duro que puede ser avanzar en línea recta si el viento es fuerte, y en este caso lo era. Los cortavientos hacían aparición por primera vez y no fueron inútiles, pero un quechua no va a llevarte en volandas hasta Kibo; cosa que si hicieron las canciones, las improvisaciones y las versiones que hicimos de alguna de ellas.

Aprovechamos un resguardo entre el rocaje vivo, y nos “aberronchamos” junto al resto de grupos a degustar un lunch que de nuevo parecía insuficiente para la labor que queríamos llevar a cabo, pero tras dar buena cuenta de las viandas y alimentar sin querer a ratoncillos y cuervos que ahí paraban junto a nosotros, reemprendimos el camino con viento fuerte de cara y una espesa nube golpeándonos, para llegar al ansiado Kibo Huts sobre las 14:00.



Kibo Huts, es sin duda el más importante de los campamentos y a su vez el de peor calidad, a leguas de los demás. El edificio de alpinistas constaba de dos “comedormitorios” es decir, una mesa de comedor rodeada de literas donde se mezclaban los que bajaban de la cumbre con los que subían de Horombo, así como las ganas de descansar de unos con las ganas de comer y comentar de otros que compartían la habitación, para convertir los “comedormitorios” en un sin sentido de cojones.

A esto debemos añadir que en Kibo Huts ya no llega el agua, si no es cargada por los siempre sufridos porters, y por tanto el baño se convierte en letrina, la cual sorprendentemente estaba alicatada y ni tan mal.

Llegamos a la habitación los primeros, y así pudimos elegir cama apropiándonos de las literas más alejadas de la puerta, previo “piedra letal”, nuestro eterno modo de sortealuchar por los más preciados elementos de la ruta. Sabia decisión, puesto que al poco pudimos comprobar como la puerta se abría de golpe sin preaviso, cada 3 minutos, debido al vendaval que corría por el pasillo del refugio. Con el correspondiente frío de cojones. El grajo vuela bajo en Kibo.

Tras el te de rigor nos metimos en los sacos y a los dos minutos: ganas de mear. Todo un clásico. Con las botas sin atar y el polar a medio abrochar, al abrir la puerta de la habitación se mostraba una imagen digna de una película de Wes Craven o de una novela de Stephen King. Los escasos rayos de luz que penetraban con dificultad por los resquicios de la puerta, dibujaban una tenebrosa silueta al final de un estrecho y oscuro pasillo de madera, en el que el silbar del viento a través de cada una de las ranuras del refugio hacia de banda sonora y tornaba en innecesario el acudir al servicio. Vamos, que te meabas en los pantalones.

Nos metimos en el saco con la promesa de una cena a las 17:00 y posterior sueño reparador que debía durar hasta las 23:00, hora en la que empezaba la fiesta de la cumbre; por supuesto las manjiattas se sucedían como las olas en el mar. Fue cerrar el ojo y entrar en la habitación una banda de barbaros teutones que acababan de llegar con ganas de juerga a tomarse su te y sus cacahueses. Se sentaron en la mesa y se marcaron una tertulia que ni Carlos Herrera, ellos de jajas y nosotros fumando en pipa intentando planchar la oreja. No dejaron que durmiésemos nada antes de la cena, mucho se reían los cabrones y de momento, hasta aquí puedo leer…

Manjiatta honoraria para uno de los teutones, que se la jaló de gordo como portero de la habitación al dormir en la litera más próxima a la puerta y cada vez que alguien quería entrar o salir de la habitación, este pobre hombre tenía que abrir y cerrar el pestillo para evitar que la puerta quedara abierta tras portazo vendavalero.

Se puede apreciar como la litera en primer plano, de sabanilla verdosa,
era en la que se estiraba el teuton manjator-portero.
Y tras la cena, como siempre rica en hidratos de carbono, nos pusimos nuestras mejores galas, redistribuimos el equipaje de nuestras mochilas y dejamos preparado todo el material que necesitamos para estar listos lo antes posible esa misma noche. Así, como en el verano del 212 a.C, acamparon las tropas de Anibal junto a Roma, en el verano de 2014 acampamos nosotros en Kibo, Anibal ad portas, la diferencia con el general cartaginés es que nosotros si planeábamos tomar nuestro objetivo, el Kilimanjaro.

Día 4. De Kibo Huts (4.720 metros) a Uhuru Peak (5.895 metros) y descenso a Horombo Huts (3.720 metros). O César o Nada

Ni que decir tiene que entre las 17:00 que nos metimos en el saco hasta las 23:00 que entró el camarero/porter con el té y el porrich de rigor, no dormimos una mierda. A lo sumo un par de horas. El frío, los nervios, la luz, los ruidos de los demás compañeros, la altura…todo estaba en nuestra contra para poder conciliar el sueño.

Como cenamos antes que los alemanes, aprovechamos su pitanza para organizar todas nuestras cosas y descubrir que entre su grupo estaba integrada una belísima americana de Seattle afincada en Arizona llamada Rachel. Una grande como la copa de un pino. Sonrisa de oreja a oreja, simpatía y espíritu tan autentico de los USA, se dedica en sus vacaciones a trabajar como voluntaria en Africa. En este momento estaba en Mozambique, y decidió hacer una escapadita a Tanzania a subir el Kili, para caer en desgracia en un grupo de puretas alemanes que además de no tener ni puta gracia, eran una banda de cagaos.

Eran algo así como la sección de reconocimiento antes de que el Sargento Highway les metiera en vereda:



Rachel no lo consiguió, el frío pudo con ella a 5.685 metros, en Gilmars Point, el balcón de la caldera del Kili. El frío y que sus teutones compañeros no supieron animarla. Nos confesó después que nos escuchó subir cantando, riendo y motivándonos, y pensó que de estar con nosotros lo habría conseguido. Nunca lo sabremos, pero eso si, la alegría y las ganas de vivir de esta encantadora mujer no se las quita nadie. Ese es su éxito y además, se rindió con honor, con las botas puestas y la cabeza alta.

Antes de ponernos todos a dormirtar, dos de los teutones, un gordo mastodóntico, de los que tras beberse una birra se revientan la jarra en la cabeza, y una señora también entradita en carnes, ya avisaron que al Kili iba a subir Rita y que a las 23:00 ni hicieran el amago de despertarles, pues como mucho les iban a contestar con un cuesco. De los 12 que éramos en la habitación del refugio, 2 descartados en primera ronda.

Allí la tensión se cortaba con un cuchillo. Nuestros guías nos daban las últimas consignas: guardar las botellas boca abajo, se os van a congelar el agua y así tendréis un poco de lo que beber; poner pilas nuevas en los frontales; poneros todas las capas que podáis; entre otras cosas. Ello con un viento huracanado soplando fuera. Intentamos rebajar la tensión tirando de humor y preguntando si, visto lo visto, además del frío extremo y el vendavadalal que soplaba fuera, tendríamos que medirnos con dragones, orcos o la bruja del Oeste, para regocijo de Rachel y mirada esquiva de los teutones.

Llego la hora, el reloj marcaba las 23:00 cuando la tropa se puso en marcha. Una alemana vomitaba en las literas del fondo, otra aprovechando la coyuntura se hizo la mala (le salió de culo) y escurrió el bulto. Dos menos, quedábamos 8 con ganas de hacer historia. Nos despachamos con un mate de coca doble por barba (viva la Pachamama) y un cuencal de porrich con jalea real y todo tipo de pócimas que encontramos a mano para darnos energía y, tras vestirnos cual Admunsens de la vida camino del Polo Sur, salimos a la calle a comernos el monte. Hubo antes una paradita en las letrinas, pues de casa hay que salir siempre c---ao y m---ao. Aunque para uno de nosotros no iba a ser la definitiva visita al Sr Roca, nunca mejor dicho.

Lo que teníamos por delante no era moco de pavo precisamente, el primero de los retos residía en ascender la ladera del volcán en cuya cima está el paso denominado Gilmars Point, salvando un desnivel de 965 metrolos nada menos, desde los 4.720 metros de Kibo Huts hasta los 5.685 metros de Gilmars Point. La noche estaba cerrada, negra como el sobaco de un grillo y por la ladera solo se veía un serpenteo de luces en hilera. Hacia frío, aunque con el abrigo total que portábamos no se notaba mucho y el viento era suave, con rachas medianas de vez en cuando.

A las 0:25 nos pusimos manos a la obra y comenzamos bautizando rocas por el camino. Así a la solemne pregunta con voz potente de: Tell me Richi, does that rock has a name?? No. From no on it will be know as…dejamos atrás la española, la ventosa, la madridista y la Raul Gonzalez Blanco. De Kibo a los 5.000 metros la cosa fue sencilla. Pudimos cantar además de nuestros clásicos temas Kibo Huts o el mítico del Kili Jambo, Jambo bwana que nos hemos aprendido en swahili (y transcribiremos más adelante), temazos inolvidables como Volaré, de Dean Martin o Dont Worry be Happy aunque como siempre, Zunzu puso la voz y nosotros los coros.


(Robin Williams in memorian, que sale en este video) 

Pasada la barrera de los 5.000 se empezó a complicar el tema, el suelo se volvió más arenoso y con roca suelta, el frío empezó a mostrar sus rigores en pies y manos y además, tuvimos que adelantar a todos y cada uno de los grupos que habían salido antes que nosotros, que básicamente eran todos los de la ruta Marangu (60 personas igual, me la marco) a excepción de Pino y Rai que salieron a la 1:00 am, de dos japos que hicieron un tiempo paupérrimo pero salieron a las 23:00, unos aragoneses y el gran Emilio, italiano de Lago di Como. Adelantar a un grupo a estas alturas es un esfuerzo bastante importante, es como el clásico acelerón que tienes que dar si o si a veces con el coche y que sabes que se te han ido 10 euros de chofa, ojalá hubiera sido una cuestión de euros y no de gasolina humana, de las exiguas fuerzas que necesitábamos. Todo ello saliéndote del camino, donde la arenilla estaba pisada. Fuera de él, por donde adelantábamos, era poco menos que escalar una duna, a 5.000 y pico metros, con botas de monte y mochila.

Al igual que nunca olvidaremos que fue en el minuto 116, cuando Iniesta paró el reloj en el Soccer City de Johannesburgo, jamás olvidaré que eran las 3:14 de la madrugada y mi altímetro marcaba 5.400 metros cuando Talavera anunció que the finest hour había llegado. La gastrointeritis llamaba a su puerta y no quedaba sino batirse. Haciendo de tripas corazón y ante la mirada absolutamente atónita de Richi, Aikambe, Zunzu y un servidor, se escondió tras una roca y llevó a cabo uno de los mayores actos de heroicidad que he visto en los días de mi vida. Ello le ha valido claramente el galardón de “El Duro”, aunque ya habrá tiempo para premios más adelante.

Pole pole y paso a paso, ya sin nadie que adelantar y libres de obstáculos, alcanzamos Jamaicas Rock, que sinceramente no tengo ni idea de porque la llaman así. Casi se intuía, en la oscura noche, Gilmars Point y Richi, anunciando que lo más duro venia a continuación, nos indicó que había que dar un paso y reposar, paso y reposar. Ello sirvió para recuperar un poco el resuello e intentar beber a la vez que seguíamos subiendo, aunque las cantimploras estaban totalmente congeladas salvo las pocas que teníamos en funda térmica o dentro de la mochila. Planazo.

La llegada a Gilmars Point desató la euforia del equipo. Habíamos domado la ladera y llegado a la cresta final que culmina en el pico Uhuru. Solo quedaba, básicamente, hacer el papeleo que se suele decir. Se escapó alguna lágrima de emoción y muchos abrazos, y aun tuvimos tiempo de tomar una taza de te de un termo que llevaba Richi y unas galletillas un poco chusteras, la verdad. Fueron 3 minutos a lo sumo, el frío aquí era ya un canteo. Hablamos de 20 bajo cero y un viento que al poco iba a tornarse en ventisca de nieve y hielo. A nuestra izquierda, la pared de la caldera del volcán, a la derecha un abismo cojonudo que terminaba en el glaciar interior del Kilimanjaro, donde están la mayor parte sus famosas nieves. Unas vistas francamente espectaculares, abrumadoras, imponentes. No encontramos las palabras para describir el espectáculo que se adivinaba a las primeras y aun muy tenues luces del día que comenzaba.

Tras una hora de duro peregrinar en este entorno, llegamos a Stella Point, a 5.700 y pico metros. El punto en el que pasas de caminar por dentro de la caldera a crestear el monte hasta la cima. Ahí nos unimos a los que a duras penas ascendían por la ruta Machame. El espectáculo comenzaba a ser tenebroso: todo el terreno blanco, helado, el glaciar de la cara sur con paredes de decenas de metros impertérrito, ventisca absoluta, gente resguardada tras las rocas abrigándose con la mítica manta del SAMUR como de papel de plata y un tipo a quien llevaban en volandas dos personas como al tipico borracho de discoteca, aunque de cuando en cuando volvía en sí y se tiraba al suelo para intentar calentarse en un entorno imposible.

No sabría decir cuanto tiempo tardamos en recorrer la distancia que separa Stella Point de la cima del Kili, media hora quizás, 45 minutos, no lo se. El caso es que a las 6:55 de la mañana del día 13 de agosto de 2014, los tres amigos que un día pensamos que podíamos hacerlo, pisábamos la cumbre más alta de todo un continente. El Kilimanjaro estaba conquistado y podemos decir con la cabeza bien alta que África no tiene techo para nosotros.



La sorpresa fue toparnos ahí mismo con Pino y Rai y sumarnos al Asturias Patria Querida que comenzaron a cantar. Tengo que decir, con hondo orgullo y no poca emoción, que de las 8 primeras personas que llegaron al Pico Uhuru a través de la ruta Marangu esa mañana, 7 fuimos españoles. Eso dice mucho de nuestra estirpe, y uno que además de soñador, siempre ha creído que algo de esos españoles que una vez escribieron las páginas más gloriosas de la historia Antes que nadie, sigue estando un poco vivo en nuestra sangre, escribe estas líneas desde Moshi, dos días después con el pecho aun enchido de orgullo español.

Finiquitamos el tema de las fotos lo más rápido que pudimos, dejamos un candado en la cima con nuestros nombres y un lacito de bandera española y nos fuimos de ahí cagando melodías pues el marronal era ya de categoría. No sin antes dar un pequeño sorbo a la petaca cargada de Juanito el Caminante y hacer la machada de poder gritar a los cuatro vientos: Kilimanjaro, monte privado!!



Habrían pasado 15 minutos de descenso cuando nos topamos de bruces con Ora. ¿Recordáis que hace rato mencionamos brevemente a esta taiwanesa? Pues bien, esta es su historia. Ora, de 21 años y sonrisa perenne, es una chiquilla de Taiwan, el país donde se hacen todas las cosas, que podrá medir 1.55 cm mucho. La chica comenzaba tras el Kili un breve voluntariado y una vez que llegó a Moshi, sin comerlo ni beberlo se apuntó al trekking sin tener, literalmente ni puta idea de a lo que se enfrentaba. Podréis no creernos, nosotros mismos no nos lo creíamos pero esta infeliz de ovarios de oro, desconocía la altitud de la montaña, el mal de altura, el frío, no tenía botas de monte, su saco de dormir te haría pasarlo mal en una acampada en la playa y no tenia, en absoluto, pantalones o ropa apropiada. La primera noche la pasó con Rai y Pino muerta de frío, así que en Horombo la regalamos una de nuestras propias mantas del SAMUR. La segunda noche en Horombo no durmió a penas y estuvo vomitando constantemente. La de Kibo, no tenemos referencias la verdad, pero calculo que seria otro desastre y sin embargo bajo la consigna mil millones de veces repetida: NEVER GIVE UP, la tía hizo cumbre dejándonos a todos boquiabiertos. De verdad que seguimos impresionados por la gesta de esta chica y el poder de la mente, pues solo de esa manera y con retales de ropa prestada ha conseguido llegar a lo mas alto.

El descenso fue caótico. Zunzu tardó unas 2 horas y media, Talavera 3 y media y yo entre ambos. Bajamos dando tumbos, deshidratados hasta el extremo y exhaustos. Lagrimas en los ojos, barba, cejas, ropa y mochilas congeladas, recuerdos para los seres queridos y ganas de llegar cuanto antes al refugio. La operación llegada fue a su vez de una dureza total, quitarse las polainas o el abrigo era una operación de varios minutos entre la tiritona y el cansancio extremo, con el cuerpo agarrotado.

Debemos decir que solo 3 de cada 10 personas que lo intentaron el 13 de agosto fueron capaces de llegar a la cima. El campeón de nuestra ruta fue Emilio, de Lago di Como que llegó a Uhuru en 5 horas y 15 minutos. Después nuestros asturianines Pino y Rai, en 5 horas y media, tirando de casta, de físico y de bemoles como nadie. Al poco los aragoneses, que invirtieron 5 horas y 40 minutos y a las 6 horas y media los que suscriben, que sin comerlo ni beberlo nos ganamos un meritorio cuarto puesto.

De 10:30 aprox a 12:00 estuvimos metidos en el saco, con fuertes dolores de cabeza a causa de la deshidratación y la eterna tiritona a pesar de estar abrigadísimos. A las 12:00 llegaron Aikembe y Richi para anunciarnos que había que salir de Kibo escopetados a Horombo y que solo perdiendo altura mejoraría nuestra condición. Las ganas eran más bien tumbarse y que el sol saliera por donde quisiera, pero cuando algo es si o si, no queda más que levantarse, tomar algo caliente para recomponerse y mal que bien empezar los 11 km de descenso que separan Kibo de Horombo. No se hizo pesado el viaje, la verdad, en parte gracias a la compañía de Pino y Rai, con quienes repasamos una y mil veces la ascensión.

Llegamos a Horombo sobre las 16:00 y bingo!! En nuestra habitación del Hut nos tocó con un grupo de unos 10 catalanes que se habían dado la vuelta en Stella Point, muy cerca de la cumbre. La picada que manejaban era histórica y solo su líder, un señor que había subido unas 5 veces y que tenia una agencia de viajes en Cataluña mostró algo de caballerosidad. Ni que decir tiene que se dieron la vuelta con todas sus banderajas traidoras encima y que en la cima solo hondeo la bandera nacional esa mañana. Como Talavera y yo llevábamos puesta la camiseta de la selección sobre la térmica. y se tuvieron que jalar nuestras anécdotas en la habitación del hut, comentadas a viva voz por enésima vez con Pino y Rai, uno de los señores catalanes (de 60 años lo mismo) se puso la camiseta del Barsa, esa que es naranja y que parece que destiñe. Casi nos meamos de la risa.

Aun tuvimos tiempo de conocer a un señor muy autentico que estaba con su hija camino de la cumbre. Tiene pinta de ser un gallo (llevaba sus guantes de la mili) y además es nacido en el numero 15 de la calle Castelar de Santander, de Puerto Chico como yo. A la hora de escribir estas líneas (0:30 de la noche en Moshi del día 15 de agosto que comienza) debe de estar comenzando el ataque a la cumbre. Mis mejores deseos para ambos y espero que podamos brindar como acordamos a partir del 21 en el Puntal copazo en mano.

El sueño nos venció y dormimos de 20:30 de la tarde a 6:00 am como unos gallos, sin tener que salir al baño por primera vez, que es una autentica putada.

Día 5. De Horombo Huts (3.720) a Marangu Gate (1.860 metros). Ni polainas ni pollas.

Hoy (o ayer, que ya no sabemos donde vivimos) nos hemos levantado en Horombo con muchas ganas de salir del monte y cambiar de tercio de una vez por todas. Quedaban 20 km de descenso, que hemos recorrido en 4 horas y media, así como finiquitar el tema de las propinas con el equipo de porteadores, cocinero y demás que nos han acompañado. El tema estaba confuso, a algunos grupos la noche anterior se lo habían llevado en un papelajo y los números variaban mucho de compañía a compañía. A nosotros solo nos dijeron que lo hablaríamos abajo y aunque sonaba a encerrona, confiábamos en poderlo hablar cara a cara con Faustin, el jefe de la empresa y con el que hemos tratado el tema de los talegos siempre. Y así ha sido. Todos han quedado contentos salvo el bala de Richi que se ha quedado puteado, aunque calculo que a estas horas estará pedo y se le habrá pasado. Pero es que propina, según la RAE es:  Agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio y no un te cobro de más porque me sale de la punta.

Que un porter que gana una mierda por subir kilos de material dejándose el lomo se quede jodido por no percibir una propina que verdaderamente necesita es una cosa, pero que el hijo mamao del dueño se lo lleve calentito plc es otra. Si hay que elegir, siempre con el porter.

Lo belísimo ha sido que Faustin, que es un caballero, nos ha traído a Moshi (70 km de coche) en su propio buga y así hemos podido evitar el temido dala dala, que nos apetecía como volver a subir al Kili del tirón. Por cierto, Faustin nos ha recibido con una botella de champagne malo al final de la ruta. Ha sido un detalle y hemos tenido que privarlo, pero malditas las ganas…eso sí, a la par que lo apurabamos cantamos contentos el clásico Jambo, Jambo bwana:

Jambo, jambo bwana
habari gani muzuri sana
wageni mwakaribishwa
Kilimanjaroo 

Hakuna matata!

tembea pole pole
hakuna matata!

Ikianza Mandara
hakuna matata!

Ukienda Horombo
hakuna matata!

tembea hadi Kibo
hakuna matata!

Uhuru tumefika
bila matata!

Aunque ya es hakuna matata (no hay problema) al estar coronado el Uhuru. Bila matata significa no será un problema, pero ya sin duda no lo es. 

Una vez en Moshi hemos acudido prestos a refugiarnos en nuestro querido Kindoroko y ponernos manos a la obra a escribir estas letras que aun tardaremos tiempo en colgar, pues internet va de culo y queremos ofrecer calidad a nuestros lectores.

Esta ha sido nuestra historia de ascenso al Kili, quizás no es una gran historia para muchos, pero para nosotros ha sido una aventura inolvidable totalmente. Hemos cumplido un sueño, tachado un objetivo y todo ello con honores y en unas condiciones climáticas muy adversas. Hemos sufrido, hemos reído, hemos llorado y hemos disfrutado como enanos. Ahora podemos mirar a la montaña con respeto, pero sonreír y decir orgullosos: yo he estado ahí. Ese es nuestro premio, de imposible cuantificación.

Este post queremos dedicárselo a toda la comunidad alpinista en la que, por derecho propio, nos hacemos un huequito humilde y pequeñito estos días. A todos los sherpas, guías, porters, arrieros o como quiera que se llamen quienes alumbran el camino y quienes se dejan la salud abasteciéndolo; a todos los pioneros, los valientes que una vez miraron una montaña y cuando los hombres vacíos y pequeños les decían que era imposible escalarla, ellos soñaron que se podía y lo demostraron; a todos los que una vez se dieron la vuelta, porque el monte impuso su poder; a todos los que quedaron el camino y sus pasos sirvieron para que los demás llegaran; y, en general se lo dedicamos a los que hacen del esfuerzo su consigna y jamás se rinde hasta conseguir sonreír sobre las nubes. A todos ellos este temazo, que es un canto a la libertad:



Como ha sido muy duro y quedamos en que las manjiattas del Kili contaban doble, no podemos sino actualizar el manjiatometro otorgando dos puntos al Tala por motivos obvios, dejando la general de la siguiente manera:

1.- Tala: 4 manjiattas
2.- Chelas: 3 manjiattas
3.- Zunzu: 2 manjiattas

Y como además es un día especial, tenemos que dar premios especiales, los clásicos del AS, del Tala y de la Magdalena HC (un abrazo titanes):

El crack: A Ora, la Taiwanesa. Porque caminó hacia lo desconocido superando todas adversidades con una sonrisa, demostrando que querer es poder.

El dandy: A Pino, por su clase y espíritu, por su amor por el deporte y la aventura; por ser la viajera incansable que es y por haber tirado de Rai con amor, casta y coraje, más rápido que nadie.

El duro: Al Tala, por motivos obvios que no vamos a reiterar. Muchos se habrían dado la vuelta o manchados los pantalones, pero el amigo Guisherme dio un recital ahí arriba de dureza y savoir faire jamás visto.

Vaya traca!!: A Lamata, la chica de Shangai. Todo estaba en su contra, y se me encoge el corazón de pena por ella, pero está hecha de la misma pasta que Ora, aunque obviamente no del mismo molde. Atacar solo 10 minutos la cumbre y bajar en camilla, en opinión de este jurado, es forzarla demasiado.

Esto es todo amigos, son las 0:55 de la noche y a las 6:15 am tocamos diana para coger un bus que nos lleve a Tanga y ahí un avión a la paradisiaca e inhóspita isla de Pemba. Desde ahí nos conectaremos como podamos y relataremos las últimas aventuras de Hakuna Manjiattas para todos nuestros seguidores.

Un abrazo y lana salama a todos!!


Zunzu&Tala&Chelas

Pd: Este post se cuelga integramente desde Chake Chake, la capital de la isla de Pemba. Os aseguramos que ya han ocurrido muchas cosas en un solo día, sobre todo miles de manjiattas. No os desengancheis de Hakuna Manjiatta porque en unos días saldrá a los kioskos el capitulo final en el archipielago de Zanzibar!!