Poa kichizi kama ndizi!!!
Nos conectamos una vez más desde el Hotel
Kindoroko de Moshi a Hakuna Manjiattas para relatar la gesta, la historia de lo
acontecido en los últimos 7 días en los que, además de salvar un desnivel de
5.100 metros desde Moshi hasta la cima del Uhuru Peak, hemos caminado la
friolera de 107 kilómetros por cuestas imposibles, selvas impenetrables,
calderas de volcanes y glaciares polares. Y si, habéis leído bien: El
Kilimanjaro ha sido conquistado por los tres españolitos que escriben esta
historia. Aquí está la tan anhelada foto que lo demuestra:
Pero vayamos por partes, conquistar el
Kilimanjaro es emprender un viaje ascendente desde el Ecuador hasta la
Antártida y ello obviamente no se hace del tiral. Aquí la crónica de la
conquista:
Día -2: Dala Dala “¡Que apostamos!”
Nos despedimos del confort del Hotel
Kindoroko a eso de las 16:00 en compañía de Lion (no Lio plc como le llame en
el post anterior), nuestro guía y un colega suyo a quien por cierto, y de la
más tanzana de las putas caras, pagamos el bus ya que no le volvimos a ver.
Llegamos a la estación de autobús, que es sin duda uno de los peores lugares
del país donde los vendedores totales moran, y como no: había un bus preparado
para nosotros a punto de partir.
A decir verdad llamar bus al vehículo en
el que nos transportamos hasta Marangu (a las faldas del Kili) es un poco
eufemístico. Aquí la gente lo llama Dala Dala y es una especie de furgo bus en
la que irían bien 9 personas pero aquí lo petan hasta la bandera (animales
incluidos) y se pueden llegar a juntar hasta 25 personas a la vez, algunos como
en nuestro caso, con medio cuerpo fuera de la ventanilla. Un agobio jarto, sobre
todo si te toca en el sitio de alado de la puerta (Tala) donde va la gente de
pie, o en el asiento que bajan por la cara en medio del pasillo en el que te
encajas como en la clásica plaza de toros antigua en la que las rodillas del de
detrás se te clavan en la espalda y literalmente no te puedes mover (Chelas).
El espíritu de este equipo siempre es al mal tiempo mala cara, así que
amenizamos las 2 horas de viaje imposible cantando los clásicos temas de la
tuna paulina (Trizte y Zola), que si bien tuvieron buena acogida al principio,
al final acabaron rayando al personal.
No llegamos a saber muy bien como es
Marangu, pero lo que pudimos ver lo describiría como una ladera de bosque
tropical (la mitad propiedad de un misterioso profesor entacado) en la que el núcleo
principal es un cruce, en el que en España habría sin duda un bar llamado “El
Cruce”, donde se intercalan parrillas de pinchos morunos, dala dalas de todo
tipo, vendedores totales (nunca fallan) y taxistas en coches reventados que se
pelean por llevar a la gente a donde quiera que vayan de la empinada ladera.
Nuestro guía Lion (a quien de ahora en adelante llamaremos Richi, que es como
le llaman todos sus colegas) arregló el tema con un taxista que tenía el coche
más reventado de todos y ahí nos encajamos nosotros tres, Richi, su colega al que no
volvimos a ver y nuestras brutales mochilas. Estamos hablando que del cruce a
la casa donde nos hospedamos podía ser puerto de categoría especial del Tour y
en la castaña en la que estábamos metidos iba a ser un milagro llegar…. efectivamente, a mitad de la cuesta el coche se caló en primera y la palabra
manjiatta salió de nuestras bocas, pues se mascaba en el ambiente el pateo
total. Y entonces llegó la magia: el nota, a vela, se metió en una entrada de una
casa, arrancó su buga y se subió el cuestal más jarto del planeta marcha atrás.
Nos quedamos boquiabiertos la verdad.
La casa estaba bien, todo limpio como una
patena (tenían a un chiquillo fregando el suelo, las paredes, los coches TODO
constantemente) y cuidada. Lo malo que era algo húmeda. Aquí el amigo Richi
empezó a mosquearnos un poquillo, porque el tío olía sospechosamente a priva
pero tampoco le dimos más importancia porque casi estuvimos con el todo el
tiempo y no le vimos darle a la botella. Nos llevó de paseo a la puerta del
Parque Nacional del Kilimanjaro, que estaba cerca, y ya de noche degustamos en una choza donde la señora que vendía, compraras lo que compraras, te pedía 10 dólares, una
especie de sidra de plátano que hacen por estos lares. Le dimos 10.000 sh y a
volar.
Para cerrar el día nos vimos el Caso
Bourne en la tele con un compa alado que no paraba de partirse la caja como si
estuviera viendo una peli de risas, sin entender un carajo, puesto que Toro
Sentado fijo que podría hablar mejor ingles que él.
Día -1: Half Kaput. Kaput.
El día amaneció típico de Marangu: cielo
plomizo y humedad total. Como nos habíamos dejado hacer la cama poniéndonos un día
antes en manos de nuestros guías del Kili, el plan dependía absolutamente de
ellos. Las opciones no eran muchas: o quedarnos en el lodge jugando a la pocha
de 3 todo el día o nos íbamos con ellos de paseo. Obviamente optamos por lo
segundo, aunque nos flipa la pocha, y nos dispusimos a bajar al pueblo en
compañía de Richi y de Aikambe, nuestro otro guía. Aquí os le presentamos:
Cruzando el bosque cuesta abajo y, admirando las propiedades del enigmático profesor, llegamos hasta el cruce
donde nos zampamos una especie de cochifrito a la tanzana, invitando a nuestros
acompañantes of course. Aquí empezó a desaparecer y aparecer el colega Richi
constantemente, y cada vez que volvía olía más y más a priva el tío jodio. No
nos lo acabábamos de creer la verdad, sobre todo a sabiendas de que al día
siguiente se iba a jalar el inicio de la ascensión como todo hijo de vecino,
pero el algodón no engaña y ese olor a acetona que desprende el privador es
inconfundible.
Nos intentaron vender un par de motos de
ir a unas cataratas o a unas cuevas de unos chagga (la tribu que mora en las
laderas a este lado del Kili), pero exigimos que nos hicieran las cuentas antes
de nada, y como las del Gran Capitán, entre pitos y flautas nos íbamos a gastar
como 70 dólares en hacer cosas que nos daban igual la verdad, así que abortamos
misión. Luego resultó que había otras cuevas justo alado a las que se podía ir
andando y por 10.000 sh (6 euros) veías lo mismo.
El rollo de los antiguos chagga es para
verlo. Eran un tribu un poco torrijilla que vivían de siempre en las laderas del
Kili, y quienes cada 30 años aprox recibían ataques de los Masai que les hacían
picadillo. Un buen día, un chagga espabilado decidió que si construían unas
galerías subterráneas, cuando llegaran los Masai nos les iban a encontrar ni de
coña y se pusieron manos a la obra. Al parecer tienen galerías infinitas aunque
la que vimos nosotros tenía 4 km (solo vimos un cachico). El pavo que nos lo
enseñó, además de ser bastante profesional, se metió mucho en el papel y con
todo lujo de detalles nos explicó lo que hacían con todo masai que osaba
acceder a esas galerías. Cargando una estaca que parecía una pala de cricket
cuádruple y otra séxtuple, nos explicó que al gusto del chagga de turno, le
atizaban al invasor en la cabeza si querían que quedara “half kaput” o “kaput”
del todo, sin escatimar en detalles de cómo troceaban a los enemigos, les
partían el cráneo o les tiraban galería abajo hasta el rio. Casi explotamos de la risa cuando el tio nos explicaba que el tema del half kaput tenia su aquel, ya que si le rompia el cranéo y se le salían los sesos (literal) el masai no podía hablar, ni gritaba. Al ver nuestra cara de chiste añadió, now we laugh, but this is a very seriuos thing. Estuvo gracioso el
asunto y casi volvemos a explotar de descojono cuando nos explicó como caminaban los de
la tribu por la galería, pero mantuvimos la compostura ya que el tío no estaba para jajas. Le pagamos los 10.000 sh de rigor y nos fuimos al lodge
comentando la jugada y haciendo coñas mil.
Al lodge volvimos en taxi, pues ya anochecía,
y al preguntar a Richi que porque no subía con nosotros nos contestó POR LA
CARA que tenía que comprar fruta. A Noé le vas a hablar tu de lluvia…llegó con
un pedo monumental a hacer el check final al equipo que íbamos a llevar al
ascenso. La verdad es que manejábamos un mosqueo importante con el tío pedo
revisándonos las cosas, más aun cuando se sacó de la manga que les teníamos que
dar pasta por habernos acompañado todo el día, pero no estábamos para minucias,
el Kili esperaba y nos fuimos a la cama a ver 9 Reinas en el ordenador de
Zunzu.
Al día siguiente estaba ahí Faustin, que
es el dueño de la empresa, padre de Richi y un caballero por cierto, y puso un
poco de orden en el sindiós que había preparado el bala del hijo. Nos fuimos
derechitos a registrarnos en el Parque Nacional y empezamos la ascensión.
Dia 1: De Marangu Gate (1.860 metros) a Mandara Huts (2.720
metros): Las nieblas del Kilimanjaro.
El paisanaje en la puerta de entrada al
parque era de lo más variopinto: desde una familia musulmana con las mujeres vestidas de cuervo, cero visibilidad y botas de monte, hasta el más
equipado de los alpinistas europeos. Gestiones coñazo, alguna foto que otra,
pequeñas compras de chocolatinas etc y tras un rato de espera comenzamos la
ascensión.
Si el cielo de Marangu es plomizo, se
debe nada menos que a la brutal nube que perennemente está instalada en el
bosque tropical en la cota más baja del Kili y en ella nos adentramos con una
humedad en la que no sabias si quitarte el abrigo o abrigarte más la verdad.
Por el camino nos topamos con bastantes monos de la variedad mono azul que
andaban correteando por las ramas más altas de aquel bosque de vegetación
brutal.
A la hora y media de comenzar nos dieron
la comida alado de un rio, entre nieblas, y tras comerlo nos quedamos fríos, ya
que de todos es sabido que el español
valiente, después de comer, frío siente, y serían las 14:00 cuando llegamos
finalmente al primer campamento. Un poco decepcionante el día ya que en 5 horas
más o menos recorrimos los 8 km del camino, que si bien transcurría a través de
un bosque imponente, el camino era muy cómodo. Excesivamente cómodo para una
montaña de esta entidad.
Para matar el rato nos fuimos a ver la
caldera de un volcán cercano caminando unos 2 km de propina y volvimos a
nuestro hut (refugio) a comer palomitas, jugarnos una pochita y esperar a la
cena. Ahí conocimos al cuarto pasajero de nuestro hut, Lamata, una chica china
de 21 años que cual alma de cántaro el destino había llevado a subir al Kili
sola, pues su amiga se había rajado unos días antes.
La historia de Lamata, de Shangai, es un
poco triste. Ella quiere ser bióloga, pero su padre la ha puesto a chapar
contabilidad porque se ve que el padre chino corta el bacalao con motosierra.
Para más inri, la madre le dijo que no iba a tener cuyons de subir el Kili y
que ni lo intentara. Lamentaplamente tenemos que decir que su madre tuvo razón,
Lamata la cagó y la bajaron en camilla (forzándola bastante porque no estaba
para camilla) desde el campamento 3 (4.720 metros) al que llegó muy
vendida, pero a su favor debemos decir que llegó a levantarse a las 23:00 del
día del ataque a la cumbre y aunque lo dejó a los 10 minutos de empezar, habría
que ver a su madre echarle esos huevos.
Esta parte de la ascensión es tan
sencilla, dado que es muy turística y utilizada por los domingueros de turno
para hacer un día de hiking, la mítica farsa de subir hasta ahí hacerse la foto
y volver.
No es que hiciera frío, pero la humedad
calaba los huesos y a Lamata había que acompañarla hasta a mear. Gracias a ello
pudimos conocer a dos buenos amigos y paisanos, la pareja que forman Pino y Rai
(de Gijón y Villaviciosa respectivamente) y a Ora, una chiquilla de Taiwan a la
que nos referiremos más adelante pues su historia raya el Marca Leyenda.
Día 2: De Mandara Huts (2.720 metros) a Horombo Huts (3.720 metros): Amigos en altura
Amanecimos en el humedal de Mandara a eso
de las 7 de la mañana y tras lavarnos la cara y asearnos un poco (por última
vez) en las palanganas de agua caliente preparadas al efecto por nuestro
eficiente porter/camarero, nos dispusimos a toda prisa a abandonar esa nube lo
antes posible, pues además de calarnos nos estaba comiendo el tarro.
De subida nos cruzamos con muchos grupos
que bajaban de la cumbre, a los que nos ocupamos dedicadamente de preguntar si
lo habían conseguido. La grandísima mayoría decía que si, lo que contribuyó a
subir el ánimo de la tropa. Aprovechamos también para hacer nuevos amigos, en
especial un matrimonio de Lucena (Córdoba, me la juego!) entrado en años que se
dedicaba a subir los picos más altos de todas las provincias de España. Belos
ellos.
A la hora de escribir estas letras no
sabemos si han conseguido la cumbre o no, pues mientras que nosotros hemos
hecho la ascensión en 5 días, ellos invirtieron 6. Tampoco sabemos si algún día
leerán esto, pues no intercambiamos el correo ni el número, pero de
todo corazón esperamos que lo hayan conseguido y sumen esta cumbre a su nutrida
colección.
A mitad del camino nos dieron de comer.
Mientras que todo el mundo tomaba un tupper preparado con un misceláneo de
empanadillas, bocatines y fruta, más o menos apetecible dependiendo de la
compañía con la que subían, a nosotros con mantel y todo nos pusieron delante
un platal de pasta que no se lo salta un gitano, lo cual provocó las coñitas de
nuestros amiguetes Pino y Rai, que nos llamaron mimados (con cariño) y de los
cordobeses, a quienes invitamos a compartir mesa y mantel con nosotros.
Finalmente y pole pole (despacio
despacio, lo más escuchado en el Kilimanjaro) llegamos a Horombo Huts sobre las
15:00, tras unas 6 horas de ascensión en las que no paramos de discurrir
chorradas y canciones imposibles como Horompompero, fusión de Horombo Huts y el
clásico de Manolo Escobar.
A modo de aclimatación express, Richi y
Aikambe nos llevaron a la Roca Zebra, una roca plc con rayas de zebra a 4.020
metros y a 3.5 km del campamento. Así que de lisas nos metimos 7 km más en el
pecho. Eso si, de camino pudimos montar un hito de la suerte en una loma petada
de ellos, se ve que es un ritual clásico.
Bajando de la Roca Zebra se nos echó la noche
encima, y sin linternas de ningún tipo bajamos a tientas hasta Horombo, lo cual
fue una imprudencia de las que marcan época ya que nos podríamos haber roto la
crisma perfectamente. No obstante Richi se disculpó, no hubo heridos y llegamos
sanos y salvos.
Si bien la actitud de Richi empezó muy
mal, pedo perdido, debemos decir que a medida que íbamos ascendiendo el tío se
fue creciendo y ha acabado siendo todo un jabato. Aikambe sin embargo, ha estado
siempre en su sitio, es un tío belo.
Horombo huts es un campamento el doble de
grande que los demás, puesto que en él se junta la gente que sube por la ruta
Marangu, los que bajan de ésta y la Rongai, así como todos aquellos
que haciendo la Marangu aprovechan el día para aclimatarse. Recuerda como a un
pueblo de tierras frías y lejanas, con una pequeña bombilla y una vela que
alumbra a varias personas, taza de te en mano, elucubrando sobre el siguiente
paso a tomar.
Nuestro compañero en esta ocasión fue
Emilio, italiano de Lago di Como que lo primero que nos preguntó fue si roncábamos,
pues la noche anterior se la había jalado con dos alemanes tamaño “desayuno
chucrut y codillo” que no le dieron una piccolisima serenata precisamente...
Cena y a la cama, que al día siguiente
empezaba ya lo serio.
Día 3. De Horombo Huts (3.720 metros) a Kibo Huts (4.720 metros):
Anibal ad portas.
A las 8 de la mañana abandonamos el
siempre abarrotado Horombo Huts, para afrontar el ultimo día de ruta antes de
asestar el ataque a la cima del Kilimanjaro. Se presumía un día de transición,
en el que debíamos llegar lo antes posible a (Yohana) Kibo Huts para descansar
todo lo que pudiéramos, pero las malas condiciones de sueño que tuvimos en
Horombo sumadas al temido viento lateral, nos ofrecieron una jornada trampa
digna de recordar.
Lejos quedaba el paisaje selvático y
húmedo de los días de Mandara. Ante nosotros comenzaba un árido recorrido sobre
dura roca en el que rara vez podíamos aprovechar las acequias creadas para que
el agua circulase y en el que la preferencia de paso de los porters, se convertía
en un arma más de las circunstancias para cortar el ritmo de paso y entorpecer
nuestro objetivo. Que esto no suene como una crítica, ni mucho menos, el
agradecimiento a su labor no puede medirse.
La escasa vegetación que se podía
observar en los primeros kilómetros de la ruta no pasaba de ser pequeños
arbustos y unos extraños árboles que parecían sacados de algún capitulo de Star
Treck. Los curiosos Dendrosenecio kilimanjari.
Mientras avanzábamos por la montaña rusa
que era la “calzada romana” preparada para la ruta, notábamos como las fuerzas
iban menguando y el temido mal de altura nos acechaba como aquellos milanos del
Ngorongoro acechaban la comida de los desprevenidos turistas de ese paraje.
Aunque esos pequeños arbustos no levantasen más de un metro del suelo, el hecho
de que la calzada estuviera parcialmente hundida, nos permitía resguardarnos
ligeramente del viento, pero el Manjiattas no perdona y nos esperaba una planicie
infinita sin vegetación, paredes o lugares donde resguardarse de un viento
lateral que pronto provocó los primeros abanicos en la multicolor serpiente en
que se había convertido la comitiva que anhelaba el ascenso al Kili.
Los amantes del ciclismo sabrán el daño
que hace este viento y lo duro que puede ser avanzar en línea recta si el
viento es fuerte, y en este caso lo era. Los cortavientos hacían aparición por
primera vez y no fueron inútiles, pero un quechua no va a llevarte en volandas
hasta Kibo; cosa que si hicieron las canciones, las improvisaciones y las
versiones que hicimos de alguna de ellas.
Aprovechamos un resguardo entre el rocaje
vivo, y nos “aberronchamos” junto al resto de grupos a degustar un lunch que de nuevo
parecía insuficiente para la labor que queríamos llevar a cabo, pero tras dar
buena cuenta de las viandas y alimentar sin querer a ratoncillos y cuervos que
ahí paraban junto a nosotros, reemprendimos el camino con viento fuerte de cara
y una espesa nube golpeándonos, para llegar al ansiado Kibo Huts sobre las
14:00.
Kibo Huts, es sin duda el más importante
de los campamentos y a su vez el de peor calidad, a leguas de los demás. El
edificio de alpinistas constaba de dos “comedormitorios” es decir, una mesa de
comedor rodeada de literas donde se mezclaban los que bajaban de la cumbre con
los que subían de Horombo, así como las ganas de descansar de unos con las ganas de
comer y comentar de otros que compartían la habitación, para convertir los
“comedormitorios” en un sin sentido de cojones.
A esto debemos añadir que en Kibo Huts ya
no llega el agua, si no es cargada por los siempre sufridos porters, y por
tanto el baño se convierte en letrina, la cual sorprendentemente estaba
alicatada y ni tan mal.
Llegamos a la habitación los primeros, y
así pudimos elegir cama apropiándonos de las literas más alejadas de la puerta,
previo “piedra letal”, nuestro eterno modo de sortealuchar por los más
preciados elementos de la ruta. Sabia decisión, puesto que al poco pudimos
comprobar como la puerta se abría de golpe sin preaviso, cada 3 minutos, debido
al vendaval que corría por el pasillo del refugio. Con el correspondiente frío
de cojones. El grajo vuela bajo en Kibo.
Tras el te de rigor nos metimos en los
sacos y a los dos minutos: ganas de mear. Todo un clásico. Con las botas sin
atar y el polar a medio abrochar, al abrir la puerta de la habitación se
mostraba una imagen digna de una película de Wes Craven o de una novela de
Stephen King. Los escasos rayos de luz que penetraban con dificultad por los
resquicios de la puerta, dibujaban una tenebrosa silueta al final de un
estrecho y oscuro pasillo de madera, en el que el silbar del viento a través de
cada una de las ranuras del refugio hacia de banda sonora y tornaba en
innecesario el acudir al servicio. Vamos, que te meabas en los pantalones.
Nos metimos en el saco con la promesa de
una cena a las 17:00 y posterior sueño reparador que debía durar hasta las
23:00, hora en la que empezaba la fiesta de la cumbre; por supuesto las
manjiattas se sucedían como las olas en el mar. Fue cerrar el ojo y entrar en
la habitación una banda de barbaros teutones que acababan de llegar con ganas
de juerga a tomarse su te y sus cacahueses. Se sentaron en la mesa y se
marcaron una tertulia que ni Carlos Herrera, ellos de jajas y nosotros fumando
en pipa intentando planchar la oreja. No dejaron que durmiésemos nada antes de
la cena, mucho se reían los cabrones y de momento, hasta aquí puedo leer…
Manjiatta honoraria para uno de los
teutones, que se la jaló de gordo como portero de la habitación al dormir en la
litera más próxima a la puerta y cada vez que alguien quería entrar o salir de
la habitación, este pobre hombre tenía que abrir y cerrar el pestillo para
evitar que la puerta quedara abierta tras portazo vendavalero.
Se puede apreciar como la litera en primer plano, de sabanilla verdosa, era en la que se estiraba el teuton manjator-portero. |
Día 4. De Kibo Huts (4.720 metros) a Uhuru Peak (5.895 metros) y
descenso a Horombo Huts (3.720 metros). O César o Nada
Ni que decir tiene que entre las 17:00
que nos metimos en el saco hasta las 23:00 que entró el camarero/porter con el
té y el porrich de rigor, no dormimos una mierda. A lo sumo un par de horas. El
frío, los nervios, la luz, los ruidos de los demás compañeros, la altura…todo
estaba en nuestra contra para poder conciliar el sueño.
Como cenamos antes que los alemanes,
aprovechamos su pitanza para organizar todas nuestras cosas y descubrir que
entre su grupo estaba integrada una belísima americana de Seattle afincada en
Arizona llamada Rachel. Una grande como la copa de un pino. Sonrisa de
oreja a oreja, simpatía y espíritu tan autentico de los USA, se dedica en sus
vacaciones a trabajar como voluntaria en Africa. En este momento estaba en
Mozambique, y decidió hacer una escapadita a Tanzania a subir el Kili, para
caer en desgracia en un grupo de puretas alemanes que además de no tener ni
puta gracia, eran una banda de cagaos.
Eran algo así como la sección de
reconocimiento antes de que el Sargento Highway les metiera en vereda:
Rachel no lo consiguió, el frío pudo con
ella a 5.685 metros, en Gilmars Point, el balcón de la caldera del Kili. El
frío y que sus teutones compañeros no supieron animarla. Nos confesó después
que nos escuchó subir cantando, riendo y motivándonos, y pensó que de estar con
nosotros lo habría conseguido. Nunca lo sabremos, pero eso si, la alegría y las
ganas de vivir de esta encantadora mujer no se las quita nadie. Ese es su éxito
y además, se rindió con honor, con las botas puestas y la cabeza alta.
Antes de ponernos todos a dormirtar, dos
de los teutones, un gordo mastodóntico, de los que tras beberse una birra se
revientan la jarra en la cabeza, y una señora también entradita en carnes, ya
avisaron que al Kili iba a subir Rita y que a las 23:00 ni hicieran el amago de
despertarles, pues como mucho les iban a contestar con un cuesco. De los 12 que
éramos en la habitación del refugio, 2 descartados en primera ronda.
Allí la tensión se cortaba con un cuchillo.
Nuestros guías nos daban las últimas consignas: guardar las botellas boca abajo, se os van a congelar el agua y así
tendréis un poco de lo que beber; poner pilas nuevas en los frontales; poneros
todas las capas que podáis; entre otras cosas. Ello con un viento
huracanado soplando fuera. Intentamos rebajar la tensión tirando de humor y
preguntando si, visto lo visto, además del frío extremo y el vendavadalal que
soplaba fuera, tendríamos que medirnos con dragones, orcos o la bruja del
Oeste, para regocijo de Rachel y mirada esquiva de los teutones.
Llego la hora, el reloj marcaba las 23:00
cuando la tropa se puso en marcha. Una alemana vomitaba en las literas del
fondo, otra aprovechando la coyuntura se hizo la mala (le salió de culo) y
escurrió el bulto. Dos menos, quedábamos 8 con ganas de hacer historia. Nos
despachamos con un mate de coca doble por barba (viva la Pachamama) y un
cuencal de porrich con jalea real y todo tipo de pócimas que encontramos a mano
para darnos energía y, tras vestirnos cual Admunsens de la vida camino del Polo
Sur, salimos a la calle a comernos el monte. Hubo antes una paradita en las
letrinas, pues de casa hay que salir siempre c---ao y m---ao. Aunque para uno
de nosotros no iba a ser la definitiva visita al Sr Roca, nunca mejor dicho.
Lo que teníamos por delante no era moco
de pavo precisamente, el primero de los retos residía en ascender la ladera del
volcán en cuya cima está el paso denominado Gilmars Point, salvando un desnivel
de 965 metrolos nada menos, desde los 4.720 metros de Kibo Huts hasta los 5.685
metros de Gilmars Point. La noche estaba cerrada, negra como el sobaco de un
grillo y por la ladera solo se veía un serpenteo de luces en hilera. Hacia
frío, aunque con el abrigo total que portábamos no se notaba mucho y el viento
era suave, con rachas medianas de vez en cuando.
A las 0:25 nos pusimos manos a la obra y
comenzamos bautizando rocas por el camino. Así a la solemne pregunta con voz
potente de: Tell me Richi, does that rock
has a name?? No. From no on it will be know as…dejamos atrás la española, la ventosa, la madridista y la
Raul Gonzalez Blanco. De Kibo a los 5.000 metros la cosa fue sencilla. Pudimos cantar además de nuestros clásicos temas Kibo Huts o el mítico del Kili Jambo,
Jambo bwana que nos hemos aprendido en swahili (y transcribiremos más
adelante), temazos inolvidables como Volaré, de Dean Martin o Dont Worry be
Happy aunque como siempre, Zunzu puso la voz y nosotros los coros.
Pasada la barrera de los 5.000 se empezó
a complicar el tema, el suelo se volvió más arenoso y con roca suelta, el frío
empezó a mostrar sus rigores en pies y manos y además, tuvimos que adelantar a
todos y cada uno de los grupos que habían salido antes que nosotros, que
básicamente eran todos los de la ruta Marangu (60 personas igual, me la marco)
a excepción de Pino y Rai que salieron a la 1:00 am, de dos japos que hicieron
un tiempo paupérrimo pero salieron a las 23:00, unos aragoneses y el gran
Emilio, italiano de Lago di Como. Adelantar a un grupo a estas alturas es un
esfuerzo bastante importante, es como el clásico acelerón que tienes que dar si
o si a veces con el coche y que sabes que se te han ido 10 euros de chofa,
ojalá hubiera sido una cuestión de euros y no de gasolina humana, de las
exiguas fuerzas que necesitábamos. Todo ello saliéndote del camino, donde la
arenilla estaba pisada. Fuera de él, por donde adelantábamos, era poco menos
que escalar una duna, a 5.000 y pico metros, con botas de monte y mochila.
Al igual que nunca olvidaremos que fue en
el minuto 116, cuando Iniesta paró el reloj en el Soccer City de Johannesburgo,
jamás olvidaré que eran las 3:14 de la madrugada y mi altímetro marcaba 5.400
metros cuando Talavera anunció que the finest hour había llegado. La
gastrointeritis llamaba a su puerta y no quedaba
sino batirse. Haciendo de tripas corazón y ante la mirada absolutamente
atónita de Richi, Aikambe, Zunzu y un servidor, se escondió tras una roca y
llevó a cabo uno de los mayores actos de heroicidad que he visto en los días de
mi vida. Ello le ha valido claramente el galardón de “El Duro”, aunque ya habrá
tiempo para premios más adelante.
Pole pole y paso a paso, ya sin nadie que
adelantar y libres de obstáculos, alcanzamos Jamaicas Rock, que sinceramente no
tengo ni idea de porque la llaman así. Casi se intuía, en la oscura noche,
Gilmars Point y Richi, anunciando que lo más duro venia a continuación, nos indicó que había que dar un paso y reposar, paso y reposar. Ello sirvió
para recuperar un poco el resuello e intentar beber a la vez que seguíamos
subiendo, aunque las cantimploras estaban totalmente congeladas salvo las pocas
que teníamos en funda térmica o dentro de la mochila. Planazo.
La llegada a Gilmars Point desató la
euforia del equipo. Habíamos domado la ladera y llegado a la cresta final que
culmina en el pico Uhuru. Solo quedaba, básicamente, hacer el papeleo que se
suele decir. Se escapó alguna lágrima de emoción y muchos abrazos, y aun
tuvimos tiempo de tomar una taza de te de un termo que llevaba Richi y unas
galletillas un poco chusteras, la verdad. Fueron 3 minutos a lo sumo, el frío
aquí era ya un canteo. Hablamos de 20 bajo cero y un viento que al poco iba a
tornarse en ventisca de nieve y hielo. A nuestra izquierda, la pared de la
caldera del volcán, a la derecha un abismo cojonudo que terminaba en el glaciar
interior del Kilimanjaro, donde están la mayor parte sus famosas nieves. Unas
vistas francamente espectaculares, abrumadoras, imponentes. No encontramos las
palabras para describir el espectáculo que se adivinaba a las primeras y aun
muy tenues luces del día que comenzaba.
Tras una hora de duro peregrinar en este
entorno, llegamos a Stella Point, a 5.700 y pico metros. El punto en el que
pasas de caminar por dentro de la caldera a crestear el monte hasta la cima.
Ahí nos unimos a los que a duras penas ascendían por la ruta Machame. El
espectáculo comenzaba a ser tenebroso: todo el terreno blanco, helado, el
glaciar de la cara sur con paredes de decenas de metros impertérrito, ventisca
absoluta, gente resguardada tras las rocas abrigándose con la mítica manta del
SAMUR como de papel de plata y un tipo a quien llevaban en volandas dos
personas como al tipico borracho de discoteca, aunque de cuando en cuando volvía
en sí y se tiraba al suelo para intentar calentarse en un entorno imposible.
No sabría decir cuanto tiempo tardamos en
recorrer la distancia que separa Stella Point de la cima del Kili, media hora quizás,
45 minutos, no lo se. El caso es que a las 6:55 de la mañana del día 13 de
agosto de 2014, los tres amigos que un día pensamos que podíamos hacerlo,
pisábamos la cumbre más alta de todo un continente. El Kilimanjaro estaba
conquistado y podemos decir con la cabeza bien alta que África no tiene techo
para nosotros.
La sorpresa fue toparnos ahí mismo con
Pino y Rai y sumarnos al Asturias Patria
Querida que comenzaron a cantar. Tengo que decir, con hondo orgullo y no
poca emoción, que de las 8 primeras personas que llegaron al Pico Uhuru a través
de la ruta Marangu esa mañana, 7 fuimos españoles. Eso dice mucho de nuestra
estirpe, y uno que además de soñador, siempre ha creído que algo de esos
españoles que una vez escribieron las páginas más gloriosas de la historia Antes que nadie, sigue estando un poco vivo en nuestra sangre,
escribe estas líneas desde Moshi, dos días después con el pecho aun enchido de
orgullo español.
Finiquitamos el tema de las fotos lo más
rápido que pudimos, dejamos un candado en la cima con nuestros nombres y un
lacito de bandera española y nos fuimos de ahí cagando melodías pues el
marronal era ya de categoría. No sin antes dar un pequeño sorbo a la petaca
cargada de Juanito el Caminante y hacer la machada de poder gritar a los cuatro
vientos: Kilimanjaro, monte privado!!
Habrían pasado 15 minutos de descenso
cuando nos topamos de bruces con Ora. ¿Recordáis que hace rato mencionamos
brevemente a esta taiwanesa? Pues bien, esta es su historia. Ora, de 21 años y
sonrisa perenne, es una chiquilla de Taiwan, el país donde se hacen todas las
cosas, que podrá medir 1.55 cm mucho. La chica comenzaba tras el Kili un breve
voluntariado y una vez que llegó a Moshi, sin comerlo ni beberlo se apuntó al
trekking sin tener, literalmente ni puta idea de a lo que se enfrentaba. Podréis
no creernos, nosotros mismos no nos lo creíamos pero esta infeliz de ovarios de
oro, desconocía la altitud de la montaña, el mal de altura, el frío, no tenía
botas de monte, su saco de dormir te haría pasarlo mal en una acampada en la
playa y no tenia, en absoluto, pantalones o ropa apropiada. La primera noche la
pasó con Rai y Pino muerta de frío, así que en Horombo la regalamos una de
nuestras propias mantas del SAMUR. La segunda noche en Horombo no durmió a
penas y estuvo vomitando constantemente. La de Kibo, no tenemos referencias la
verdad, pero calculo que seria otro desastre y sin embargo bajo la consigna mil
millones de veces repetida: NEVER GIVE UP, la tía hizo cumbre dejándonos a
todos boquiabiertos. De verdad que seguimos impresionados por la gesta de esta
chica y el poder de la mente, pues solo de esa manera y con retales de ropa
prestada ha conseguido llegar a lo mas alto.
El descenso fue caótico. Zunzu tardó unas
2 horas y media, Talavera 3 y media y yo entre ambos. Bajamos dando tumbos,
deshidratados hasta el extremo y exhaustos. Lagrimas en los ojos, barba, cejas,
ropa y mochilas congeladas, recuerdos para los seres queridos y ganas de llegar
cuanto antes al refugio. La operación llegada fue a su vez de una dureza total,
quitarse las polainas o el abrigo era una operación de varios minutos entre la
tiritona y el cansancio extremo, con el cuerpo agarrotado.
Debemos decir que solo 3 de cada 10
personas que lo intentaron el 13 de agosto fueron capaces de llegar a la cima.
El campeón de nuestra ruta fue Emilio, de Lago di Como que llegó a Uhuru en 5
horas y 15 minutos. Después nuestros asturianines Pino y Rai, en 5 horas y
media, tirando de casta, de físico y de bemoles como nadie. Al poco los aragoneses,
que invirtieron 5 horas y 40 minutos y a las 6 horas y media los que suscriben,
que sin comerlo ni beberlo nos ganamos un meritorio cuarto puesto.
De 10:30 aprox a 12:00 estuvimos metidos
en el saco, con fuertes dolores de cabeza a causa de la deshidratación y la
eterna tiritona a pesar de estar abrigadísimos. A las 12:00 llegaron Aikembe y
Richi para anunciarnos que había que salir de Kibo escopetados a Horombo y que
solo perdiendo altura mejoraría nuestra condición. Las ganas eran más bien tumbarse
y que el sol saliera por donde quisiera, pero cuando algo es si o si, no queda
más que levantarse, tomar algo caliente para recomponerse y mal que bien
empezar los 11 km de descenso que separan Kibo de Horombo. No se hizo pesado el
viaje, la verdad, en parte gracias a la compañía de Pino y Rai, con quienes
repasamos una y mil veces la ascensión.
Llegamos a Horombo sobre las 16:00 y
bingo!! En nuestra habitación del Hut nos tocó con un grupo de unos 10
catalanes que se habían dado la vuelta en Stella Point, muy cerca de la cumbre.
La picada que manejaban era histórica y solo su líder, un señor que había
subido unas 5 veces y que tenia una agencia de viajes en Cataluña mostró algo de
caballerosidad. Ni que decir tiene que se dieron la vuelta con todas sus
banderajas traidoras encima y que en la cima solo hondeo la bandera nacional
esa mañana. Como Talavera y yo llevábamos puesta la camiseta de la selección
sobre la térmica. y se tuvieron que jalar nuestras anécdotas en la
habitación del hut, comentadas a viva voz por enésima vez con Pino y Rai, uno
de los señores catalanes (de 60 años lo mismo) se puso la camiseta del Barsa,
esa que es naranja y que parece que destiñe. Casi nos meamos de la risa.
Aun tuvimos tiempo de conocer a un señor
muy autentico que estaba con su hija camino de la cumbre. Tiene pinta de ser un
gallo (llevaba sus guantes de la mili) y además es nacido en el numero 15 de la
calle Castelar de Santander, de Puerto Chico como yo. A la hora de escribir
estas líneas (0:30 de la noche en Moshi del día 15 de agosto que comienza) debe
de estar comenzando el ataque a la cumbre. Mis mejores deseos para ambos y
espero que podamos brindar como acordamos a partir del 21 en el Puntal copazo
en mano.
El sueño nos venció y dormimos de 20:30
de la tarde a 6:00 am como unos gallos, sin tener que salir al baño por primera
vez, que es una autentica putada.
Día 5. De Horombo Huts (3.720) a Marangu Gate (1.860 metros). Ni
polainas ni pollas.
Hoy (o ayer, que ya no sabemos donde
vivimos) nos hemos levantado en Horombo con muchas ganas de salir del monte y
cambiar de tercio de una vez por todas. Quedaban 20 km de descenso, que hemos
recorrido en 4 horas y media, así como finiquitar el tema de las propinas con el equipo
de porteadores, cocinero y demás que nos han acompañado. El tema estaba
confuso, a algunos grupos la noche anterior se lo habían llevado en un papelajo
y los números variaban mucho de compañía a compañía. A nosotros solo nos
dijeron que lo hablaríamos abajo y aunque sonaba a encerrona, confiábamos en
poderlo hablar cara a cara con Faustin, el jefe de la empresa y con el que
hemos tratado el tema de los talegos siempre. Y así ha sido. Todos han quedado
contentos salvo el bala de Richi que se ha quedado puteado, aunque calculo que a estas
horas estará pedo y se le habrá pasado. Pero es que propina, según la RAE
es: Agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio y no un te cobro de más
porque me sale de la punta.
Que un porter que gana una mierda por
subir kilos de material dejándose el lomo se quede jodido por no percibir una
propina que verdaderamente necesita es una cosa, pero que el hijo mamao del
dueño se lo lleve calentito plc es otra. Si hay que elegir, siempre con el
porter.
Lo belísimo ha sido que Faustin, que es
un caballero, nos ha traído a Moshi (70 km de coche) en su propio buga y así
hemos podido evitar el temido dala dala, que nos apetecía como volver a subir
al Kili del tirón. Por cierto, Faustin nos ha recibido con una botella de
champagne malo al final de la ruta. Ha sido un detalle y hemos tenido que
privarlo, pero malditas las ganas…eso sí, a la par que lo apurabamos cantamos contentos el clásico Jambo, Jambo bwana:
Jambo, jambo bwana
habari gani muzuri sana
wageni mwakaribishwa
Kilimanjaroo
Hakuna matata!
tembea pole pole
hakuna matata!
Ikianza Mandara
hakuna matata!
Ukienda Horombo
hakuna matata!
tembea hadi Kibo
hakuna matata!
Uhuru tumefika
bila matata!
Aunque ya es hakuna matata (no hay problema) al estar coronado el Uhuru. Bila matata significa no será un problema, pero ya sin duda no lo es.
Jambo, jambo bwana
habari gani muzuri sana
wageni mwakaribishwa
Kilimanjaroo
Hakuna matata!
tembea pole pole
hakuna matata!
Ikianza Mandara
hakuna matata!
Ukienda Horombo
hakuna matata!
tembea hadi Kibo
hakuna matata!
Uhuru tumefika
bila matata!
Aunque ya es hakuna matata (no hay problema) al estar coronado el Uhuru. Bila matata significa no será un problema, pero ya sin duda no lo es.
Una vez en Moshi hemos acudido prestos a
refugiarnos en nuestro querido Kindoroko y ponernos manos a la obra a escribir
estas letras que aun tardaremos tiempo en colgar, pues internet va de culo y
queremos ofrecer calidad a nuestros lectores.
Esta ha sido nuestra historia de ascenso
al Kili, quizás no es una gran historia para muchos, pero para nosotros ha sido
una aventura inolvidable totalmente. Hemos cumplido un sueño, tachado un
objetivo y todo ello con honores y en unas condiciones climáticas muy adversas.
Hemos sufrido, hemos reído, hemos llorado y hemos disfrutado como enanos. Ahora
podemos mirar a la montaña con respeto, pero sonreír y decir orgullosos: yo he
estado ahí. Ese es nuestro premio, de imposible cuantificación.
Este post queremos dedicárselo a toda la
comunidad alpinista en la que, por derecho propio, nos hacemos un huequito
humilde y pequeñito estos días. A todos los sherpas, guías, porters, arrieros o
como quiera que se llamen quienes alumbran el camino y quienes se dejan la
salud abasteciéndolo; a todos los pioneros, los valientes que una vez miraron
una montaña y cuando los hombres vacíos y pequeños les decían que era imposible escalarla,
ellos soñaron que se podía y lo demostraron; a todos los que una vez se dieron
la vuelta, porque el monte impuso su poder; a todos los que quedaron el camino
y sus pasos sirvieron para que los demás llegaran; y, en general se lo
dedicamos a los que hacen del esfuerzo su consigna y jamás se rinde hasta
conseguir sonreír sobre las nubes. A todos ellos este temazo, que es un canto a
la libertad:
Como ha sido muy duro y quedamos en
que las manjiattas del Kili contaban doble, no podemos sino actualizar el
manjiatometro otorgando dos puntos al Tala por motivos obvios, dejando la
general de la siguiente manera:
1.- Tala: 4 manjiattas
2.- Chelas: 3 manjiattas
3.- Zunzu: 2 manjiattas
3.- Zunzu: 2 manjiattas
Y como además es un día especial, tenemos
que dar premios especiales, los clásicos del AS, del Tala y de la Magdalena HC
(un abrazo titanes):
El crack: A Ora, la Taiwanesa. Porque
caminó hacia lo desconocido superando todas adversidades con una sonrisa,
demostrando que querer es poder.
El dandy: A Pino, por su clase y
espíritu, por su amor por el deporte y la aventura; por ser la viajera
incansable que es y por haber tirado de Rai con amor, casta y coraje, más
rápido que nadie.
El duro: Al Tala, por motivos obvios que
no vamos a reiterar. Muchos se habrían dado la vuelta o manchados los
pantalones, pero el amigo Guisherme dio un recital ahí arriba de dureza y
savoir faire jamás visto.
Vaya traca!!: A Lamata, la chica de
Shangai. Todo estaba en su contra, y se me encoge el corazón de pena por ella,
pero está hecha de la misma pasta que Ora, aunque obviamente no del mismo
molde. Atacar solo 10 minutos la cumbre y bajar en camilla, en opinión de este
jurado, es forzarla demasiado.
Esto es todo amigos, son las 0:55 de la
noche y a las 6:15 am tocamos diana para coger un bus que nos lleve a Tanga y
ahí un avión a la paradisiaca e inhóspita isla de Pemba. Desde ahí nos
conectaremos como podamos y relataremos las últimas aventuras de Hakuna
Manjiattas para todos nuestros seguidores.
Un abrazo y lana salama a todos!!
Zunzu&Tala&Chelas
Pd: Este post se cuelga integramente desde Chake Chake, la capital de la isla de Pemba. Os aseguramos que ya han ocurrido muchas cosas en un solo día, sobre todo miles de manjiattas. No os desengancheis de Hakuna Manjiatta porque en unos días saldrá a los kioskos el capitulo final en el archipielago de Zanzibar!!
Bravo... Mucha envidia sana. Sois unos cracks. Descansad mucho y bien! Grande abrazo. Ganas de leer la entrega final.
ResponderEliminarSeñores! Muy orgullosos de vosotros! Teneis mucho mérito! Deseando veros y que nos conteis todo en directo!
ResponderEliminarMuchas felicidades a los tres! La verdad es que habeís podido vivir una experiencia única y eso es lo que importa! Un abrazo!
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